La historia se está escribiendo en Estados Unidos en estos momentos. Ninguna frase podría hacer homenaje alguno al rompimiento revolucionario con el pasado que significa la histórica candidatura presidencial demócrata de Barack Obama. Ante ello, el republicano John McCain empieza a lanzar sus dardos y activar la poderosa maquinaria partidista de su partido, pero en muchas ocasiones, como bien saben Francisco Labastida en México o José María Aznar en España, hay candidaturas que se vuelven inevitables, ante las que no hay absolutamente nada por hacer. ¿O sí?
El senador John McCain parece estar convencido de que podrá detener el terremoto que se le avecina en noviembre. Su estrategia en estos momentos está enfocada en seducir a los 18 millones de votantes demócratas que apoyaron a la senadora Clinton hasta el final. En su desangelado y aburrido discurso del martes pasado en New Orleans, McCain no perdió el tiempo en coquetear con el músculo electoral de Hillary, al minimizar el profundo cambio en la política presidencial estadounidense que representa la candidatura de Obama, rindiendo, en cambio, un homenaje “a su amiga, la senadora que inspiró a millones de mujeres y a sus propias hijas con su histórica candidatura”.
Por su lado, la maquinaria republicana ya está lista para apoyar esa estrategia con el lanzamiento de un sitio Web llamado “Simpatizantes de Hillary Clinton por John McCain” (www.hcsfjm.com) que busca justamente atraer el descontento de esas mujeres, pero también de los hispanos y los votantes blancos de bajos y medianos ingresos que se desilusionaron con la victoria de Obama.
Asimismo, McCain le ha “inyectado botox” a su sitio Web oficial, que ahora parece una copia simplificada del de Obama, buscando así atraer al grupo que indiscutiblemente llevó a éste a la victoria: los votantes jóvenes, usuarios de comunidades de Internet como MySpace o Facebook. En otras palabras, la guerra por el control del ciberespacio ha empezado también, aunque en condiciones francamente desventajosas para los republicanos.
De igual manera, McCain ha empezado a atacar el argumento más poderoso de Barack Obama, su credibilidad. En ese discurso de New Orleans, el candidato republicano se fusiló el lema de la campaña del demócrata. Mientras que el lema de Obama reza: “Cambio en el que puedes creer”, el nuevo lema de McCain afirma: “Un líder en el que podemos creer”. Para intentar reforzar ese refrito sin escrúpulos, McCain atacó durante 20 minutos la credibilidad de Obama en torno a su capacidad como líder, como funcionario público y como pacifista. Con pausas, sudor en los cachetes, sonrisas y aplausos forzados McCain parecía el director de una orquesta desafinada.
En otras palabras, McCain tiene una tarea sumamente difícil por delante. Detener el aparentemente imparable deseo por el cambio, pero sobre todo, tratar de borrar la posibilidad histórica de que un negro, cuyo carisma parece ser igual de grande que sus ideas y que su prosa, ocupe la Oficina Oval en estos momentos parece imposible.
Hace 8 años los mexicanos acudimos a las urnas a elegir entre dos opciones: votar por la continuación de un régimen de 71 años o romper con el pasado y darle nuestra confianza a la revolucionaria idea del cambio. Algo similar está ocurriendo en estos momentos en Estados Unidos.
En noviembre próximo, los estadounidenses acudirán a las urnas a elegir entre dos opciones: la continuación de una perniciosa era republicana de 8 años o la oportunidad de abrazar el cambio y unirse al primer movimiento social y político surgido en Estados Unidos desde la década de los años 60. Obama, el profeta de ese cambio, se ha convertido ya en una leyenda que reivindica el verdadero sueño americano. El general McCain dará la batalla, pero hoy parece tener la guerra perdida.
Politólogo e Internacionalista
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