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McCain en Colombia y México

Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Lejos todavía de la Casa Blanca –no será candidato formal sino hasta la convención republicana, y faltan cuatro meses para la elección presidencial— John McCain fue recibido como jefe de Estado en Colombia y México, cuyos gobiernos son aliados del presidente Bush. Y eso que aún anda en campaña, como lo atestigua el hecho de que lo acompañen los periodistas que siguen sus recorridos en pos del poder ejecutivo.

Su veloz visita (48 horas en Cartagena de Indias, 24 en la ciudad de México sirvió para mostrar la capacidad del senador por Arizona para ganarse la confianza de los altos niveles de Gobierno, pues recibió de Bogotá informes sobre la inminente liberación de Ingrid Betancourt cuando la operación apenas estaba por comenzar. Y en México se le mostraron las entrañas del flamante centro de mando de la Policía Federal.

Para el aspirante republicano fue una afortunada coincidencia su viaje con el rescate de la ex candidata presidencial, liberada después de seis años y cuatro meses de cruel cautiverio. La noticia de su liberación, que alegró al mundo entero y de la cual todos hemos de felicitarnos, debió ser especialmente satisfactoria para el veterano de la guerra de Vietnam, prisionero él mismo durante más de cinco años en Hanoi: Le permitió mostrarse como poseedor de información privilegiada, confidencial:

“Anoche –dijo el miércoles en un comunicado oficial difundido en Washington— el presidente Uribe y el ministro de Defensa me informaron que la operación iba a tener lugar hoy”. Lo alegró también comprobar que en el grupo de 15 rehenes liberados se incluyera a tres “contratistas militares”, es decir personal que realiza en Colombia operaciones bélicas por encargo del Pentágono. Se trata de Thomas Howes, Marc Gonsalves y Keith Stanseli. El primero era piloto de la nave en que los dos analistas de sistemas eran trasladados a realizar su trabajo en la selva colombiana. El avión cayó a tierra el 13 de febrero de 2003 y los tres fueron hechos prisioneros.

La noche de ese fausto miércoles, McCain salió de Colombia, no sin antes sostener una conversación con el presidente Uribe, a quien felicitó por el éxito de la operación en que participaron servicios de Inteligencia norteamericanos, según lo informó el embajador de Washington en Bogotá, William Brownfield. Con la información provista por el Pentágono el Ejército nacional colombiano ubicó la posición exacta de quienes serían liberados.

Tras pernoctar ya en México, el aspirante republicano tuvo el jueves una agenda apretada, que lo condujo a cuatro puntos estratégicos. Visitó, no por razones religiosas o turísticas puesto que no es católico y no venía en viaje de recreo, la basílica de Guadalupe; Los Pinos, el centro de mando de la Policía Federal, y la sede de la American Chamber of Comerce, donde se agrupan los inversionistas norteamericanos en nuestro país. En la casa presidencial fue recibido por Felipe Calderón y la secretaria de Relaciones Exteriores Patricia Espinosa. McCain coincidió con el presidente de México en un balance positivo del Tratado de Libre Comercio, por lo que en opinión de ambos no es necesaria su revisión (postura diferente a la del virtual antagonista del republicano, Barac Obama). Calderón comentó, dice el comunicado oficial sobre el encuentro, “que México confía en que Estados Unidos valore la prioridad que representa el trabajo bilateral en materia de migración, comercio, desarrollo, competitividad regional y seguridad, como medios para impulsar el bienestar de ambas sociedades”. En cambio, McCain subrayó la cooperación en materia de seguridad y elogió el liderazgo del presidente mexicano en la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico.

Tal vez por ese énfasis del visitante se le había preparado una visita al centro de mando de la Policía Federal, inaugurado hace apenas quince días en Iztapalapa. Ignoro si McCain pidió ser llevado allí, si el sitio fue elegido por los embajadores en Washington y en México o si lo decidieron quienes aparecieron como anfitriones en ese lugar, el secretario de Seguridad Pública y el procurador general de la república. No imagino otro lugar más absurdo para llevarlo de visita, salvo que se tratara de mostrar in situ lo que es capaz de hacer el Gobierno mexicano con los recursos aportados por Washington a la Iniciativa Mérida y ofrecer a la garantía de que serán bien gastados los dineros de los contribuyentes. Parece que nadie reparó en la impertinencia de ofrecer a una persona no autorizada oficialmente información sobre el manejo de técnicas novedosas en el combate al crimen organizado, por más que se suponga posible que se ocupe del tema cuando, si es el caso, se convierta en huésped principal de la Casa Blanca.

En el hangar del centro policiaco se efectuó una conferencia de prensa, interrumpida por unos momentos a causa del ruido provocado en el techo de lámina por un aguacero. No fue tan sonoro el chubasco que impidiera a McCain reiterar sus conocidas posiciones sobre la migración. Es partidario abierto de erigir un muro, material y virtual, en la frontera entre los dos países, y de un programa de trabajadores temporales con características técnicas de que se ufanó: un mecanismo biométrico que permite la identificación y localización de los migrantes que se acojan a ese programa.

Con similar franqueza dijo que estaba muy entusiasmado con la Iniciativa Mérida “para seguir parando el tránsito de drogas desde Colombia hasta México y Estados Unidos”.

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