No tengo derecho a voto en la elección de candidato del Partido Demócrata norteamericano, pero me gusta Hillary para llegar a esa nominación.
Tampoco tengo algo contra Obama, pero la prefiero a ella, por dos motivos: Por ser mujer y por ser una mujer de lealtades.
Desde que estaba en la Casa Blanca, esa señora llamaba mi atención de manera especial.
No se puede decir que sea una mujer hermosa, pero sí distinguida y fina. Se podría decir que atractiva.
De aquella niña de cabellos rizados que luego habría de estudiar Derecho en la universidad de Yale, a la primera dama norteamericana, tuvieron que pasar muchos años y mucho crecimiento interior.
Formada en una familia de clase media, estaba muy consciente de que “lo que no aprendes de tu madre, lo aprenderás en el mundo” y pronto salió a recorrerlo para ampliar sus horizontes, que cada vez se fueron ensanchando más.
Sin embargo, lo que más me llama la atención de esta mujer, es su sentido de la lealtad.
Siempre he creído que la lealtad es un valor fundamental en política. Quien no tenga un ápice de él habrá de sufrir mucho.
Hay pasajes muy interesantes en la memoria de Hillary Rodham Clinton. Pero uno muy especial es cuando su marido le confiesa que las acciones de infidelidad que le imputan son ciertas.
Entra entonces, esta mujer, en un grave dilema que ella lo describe de la siguiente manera:
“Mis sentimientos personales y mis convicciones políticas iban camino de colisionar. Como esposa, quería retorcerle el cuello a Bill. Pero él no sólo era mi marido, sino que también era mi presidente y yo estaba convencida de que a pesar de todo, dirigía a Estados Unidos, y al mundo de una manera que a mí me seguía pareciendo la adecuada”.
¿Qué hacer entonces? ¿Por cuál camino optar? Por el de la mujer traicionada en su amor y separarse de Bill? ¿O seguir con él por su lealtad al presidente? La respuesta es de sobra conocida.
Hillary opta por no sólo seguir con su marido, sino también apoyarlo en su defensa para no ser llevado a juicio político.
Recordemos que ella coordinaba a los abogados de la defensa de Bill y con una gran experiencia, porque había, siendo joven, sido parte del grupo que querían enjuiciar a Nixon, por lo de Watergate. En aquel entonces estaba del lado acusador y ahora del defensor, pero el procedimiento era el mismo.
Grandes convicciones y ánimo espiritual se necesitan para tomar una decisión de ese tipo.
Quizá otra le hubiera dicho a Clinton, “ay te quedas, a ver quién le sigue contigo”; y con seguridad ese hubiera sido un golpe durísimo para él, no sólo en lo anímico, sino en lo político.
Sin embargo, antepuso su lealtad al presidente, por encima de sus sentimientos de mujer y echó pa’ delante, apoyándose también en sus amigos más íntimos.
De esa madera está hecha la mujer que ahora pretende alcanzar la candidatura demócrata y, si es el caso, la Presidencia del país más importante del mundo.
Es una mujer que cree y suele repetir con frecuencia frases como esta: “Haz todo el bien que puedas, por todos los medios que puedas, a toda la gente que puedas, tanto tiempo y tantas veces como puedas”.
Tiene Hillary también una regla que es muy buena en el medio político, es la regla de “los dos pies”. Los dos pies deben estar siempre en el suelo, para no despegarse de la realidad.
Todavía falta un buen rato para que los demócratas definan quién será su candidato. Yo espero que pronto escojan a Hillary, para que los republicanos no aprovechen ese tiempo y lo conviertan en ventaja a su favor.
Pero demás, el electorado norteamericano tiene que pensar, pero ahora a la inversa, en aquella frase que Bill solía repetir en su primera campaña a la Presidencia. Él decía: “Compre uno y llévese dos”, con lo que quería significar que votar por él implicaba también comprar la carta de Hillary.
Ahora ella podría decir lo mismo, con el añadido de que junto a ella los norteamericanos estarían comprando la participación de Bill, en temas tan trascendentes en estos momentos, como son los económicos, que es donde Bush ha fallado.
Por lo demás: “Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano”.