Como curiosidad: este año se están cumpliendo cincuenta años de la aparición de un símbolo que uno hallaba hasta en la sopa durante las décadas de los sesentas y setentas; y que continúa dando la lata por ahí, todavía presente en algunas manifestaciones sociales y culturales. Me refiero a la especie de pata de gallo (o bueno, la huella de alguna ave) que uno identifica con el “amor y paz” de los años de la greña loca y el hipismo.
El símbolo nació en 1958, fruto de la imaginación de un diseñador gráfico inglés, un tal Gerard Herbert Holtom. El cual formaba parte del fuerte y extenso movimiento pacifista británico, que en esos años echaba mano a cuanto bártulo tenía a su alcance para promover el desarme nuclear. A ese movimiento pertenecía desde gente de la farándula hasta intelectuales tan prestigiosos como Bertrand Russell.
Como parte de la movilización de la opinión pública, los pacifistas británicos organizaban multitudinarias marchas hasta las puertas mismas del sitio de fabricación de armas nucleares británicas en Aldermaston, en donde hubo no pocos conatos de bronca con las autoridades. Su propósito era alertar a una comunidad ingenua y desinformada acerca de los peligros que conlleva la fabricación y uso de armas nucleares. Los pacifistas británicos fueron de los primeros en caerles el veinte de una realidad hoy indiscutible: que una guerra nuclear era inganable; y por tanto, inviable e impensable. Y había que deshacerse de tan inútiles y peligrosos arsenales.
Para darle un ícono gráfico al movimiento, Holtom utilizó el alfabeto de banderas que han usado tradicionalmente para comunicarse barcos y Boy Scouts. La letra N (de nuclear) se forma poniendo las banderas en cada costado, hacia abajo, en un ángulo de 45 grados. La D de desarme, con una bandera arriba, recta, y la otra abajo, también recta. Combinando ambas letras se forma el signo que representaba, precisamente, la necesidad de lograr el desarme nuclear. En un sentido más amplio y de rebote, simbolizaba el anhelo por la paz mundial.
El símbolo tuvo tanto éxito que al surgir el movimiento hippie, unos años después, éste se lo apropió con particular gusto y contento. A la propuesta de alcanzar la paz (eran los años de la guerra de Vietnam) se le unió la de la armonía a través del amor libre y sin prejuicios. De ahí que la frase “amor y paz” y el símbolo de la pata de ave quedaran ineluctablemente unidos en el imaginario popular.
Holtom nunca registró su diseño (como pasó con la foto del Che por Korda), de manera tal que ha sido utilizada hasta el cansancio… y de manera no siempre muy apegada a la intención original. La moraleja es obvia: si no quieres que tus creaciones terminen anunciando vodka (como el Che) o cerveza (como el símbolo de Holtom), regístralas cuanto antes. Así, al menos, te dará menos coraje cuando paguen regalías.