EL melón y el pepino son frutos que pertenecen a la misma familia, la de las cucurbitáceas.
Melones y pepinos son dos de los frutos más representativos del verano, que es cuando más apetecen uno y otro.
Si la botánica no nos enseñara que ambos frutos pertenecen a la misma familia, la de las cucurbitáceas, tal vez no seríamos capaces de establecer ningún parentesco entre algo tan dulce como un melón y algo tan soso como un pepino.
Sucede que, así como es extraño dar con una persona a la que no le guste el melón, son bastantes las que afirman odiar al pepino; debe de ser, con el ajo, el vegetal que más controversia suscita, tal vez porque o gusta muchísimo y se aprecian sus cualidades refrescantes, o no se soporta su sabor, y menos que ese sabor persista mucho tiempo, porque uno de los principales problemas del pepino es que suele repetir mucho.
El pepino suena más a producto de cosmética, cuando las mujeres se cubren la cara con finas rodajas de este fruto, que a ingrediente de ensaladas.
En casa se usa el pepino para hacer sopa fría, además liga muy bien con algunos lácteos, como el yogur y el queso fresco, y les aporta una mayor fuerza refrescante.
También usamos pepino en rodajas en muchas ensaladas: superponer rodajas de pepino a rodajas de tomate da un magnífico resultado que no necesita más que un poco de sal y un hilo de aceite virgen.
Pero quizá la máxima expresión del pepino sea algún tipo de sandwich, al mejor estilo británico, pero sin necesidad de restringir su consumo a la hora del té.
Y quien dice un sandwich puede decir un canapé como el que les proponemos ahora: purguen un pepino, o varios, y redúzcanlo al estado de rodajitas finas. Pongan sobre cada una de ellas una loncha de salmón ahumado, o marinado, y coronen el conjunto con unos huevos de salmón.
Facilitarán el consumo si colocan cada rodaja de pepino en otra, fina, de pan de molde, y el resultado es espectacularmente sabroso.
Son dos posibilidades, bien sencillas de elaborar, de sacarle jugo a esa capacidad de refrescar que tiene el pepino; no olvidemos que, como su primo el melón, es casi todo él agua. La diferencia es que su contenido en azúcar ni remotamente se acerca al de su pariente; lo peor que se puede decir de un melón, cuando sale soso es "vaya pepino".