Una especie designa al conjunto de seres vivos que pueden reproducirse entre sí. Los primeros seres unicelulares no precisaron del sexo para reproducirse, simplemente se desdoblaron, se clonaron, poblaron el mundo y de ahí surgieron todas las formas de vida. Se acepta que durante la formación de especies, el árbol genealógico de la vida se ramifica y a partir de una, surgen varias, porque los diferentes entornos provocan diferente presión selectiva, o sea que la especiación es geográfica. Los ambientes cambian, las especies o se ajustan o mueren. También hay cambios físicos muy notables si los seres encuentran nuevas formas de alimento a las cuales se adaptan.
Un ser simple es afectado por la luz o el calor y los busca o se esconde de ellos según su conveniencia: podríamos decir que “sienten” y “ven”, aunque no con la piel o los ojos de otros animales. Así, en la cadena de la vida ha habido una complejización y adaptaciones notables.
Los animales –en largos tiempos– han perfeccionado aquellos sistemas de percepción que les permiten ajustarse a su medio y sobrevivir. ¿Para qué querrían ojos como el águila las hormigas, los topos, las ranas, los peces abisales, si viven en la oscuridad, no vuelan y su alimento lo encuentran a ras de tierra o en las profundidades? Han desarrollado el olfato, el sentido del tacto. La posición de sus ojos es diferente y ven diferente. Los perceptivos perros no ven los colores, pero reconocen a distancia algo o a alguien por su olor.
Muchos peces son sensibles a corrientes eléctricas extremadamente débiles, otros, como el salmón adulto que regresa del mar y remonta el río en que nació para reproducirse y morir en él, reconoce el sabor de las aguas por las que circula. Hay polillas y mariposas cuyos machos, de corta vida, son atraídos por el olor de una secreción que despiden las hembras y que ellos pueden percibir aunque sea en moléculas de vapor muy diseminadas, a grandes distancias. Los crótalos tienen en la cabeza un aparato receptor que detecta radiaciones infrarrojas. Las abejas no ven el rojo, seleccionan las flores que reflejan rayos ultravioleta, los que el hombre no ve.
Por otra parte, aves, cetáceos y otras especies, migran a enormes distancias en tiempos récord de velocidad para no sufrir inviernos fríos, encontrar alimento y garantizar la vida de sus retoños. ¿Cómo se orientan y navegan por aire y agua sin perder el rumbo?
El hombre, asombrado de su complejidad porque “piensa” y ha sido capaz de extender sus posibilidades de ver, de comunicarse, de oír, etc., mediante ingenios sorprendentes ya que se ha permitido abarcar bastante del micro y del macrocosmos, me parece que va perdiendo capacidades sensoriales y de traducción. Afectado grandemente por la estrechez de su entorno, sobre todo citadino, va perdiendo sensibilidad. Sus mismas rutinas lo empobrecen y aunque puede ser sensible a la belleza, su conducta, sus placeres son cada vez más desligados y lesivos para el sistema macro del que forma parte y del cual vive.
Recibir mensajes a través de los sentidos y sintetizarlos sanamente enriquece, desarrolla al hombre. Imagine a alguien privado de estímulos sensoriales, terminará por enloquecer o morir. Si ello puede ser tan drástico para la persona, reconozca el caso de la multitud de vidas cuyo transcurso sólo implica repetición de cortedades, impotencia y desesperanza y se agostan antes de florecer. ¿En qué y cómo podrían realizarse si el entorno, sobre todo el humano, no lo permite? Cito al biólogo Jürgen Wolters: “Desde el final de la Edad Media nos hemos convertido en el peor ejemplo en lo que respecta a la destrucción de la naturaleza, en lo cual, lamentablemente, se ha creado escuela en el ámbito mundial. Todos los ecosistemas están amenazados por la intervención humana desde el Antártico a las selvas tropicales. La conclusión es grave: estamos en el umbral de la mayor destrucción natural de la historia de la Tierra. La desaparición de especies ocurre hoy en una proporción mil veces superior a la que hubo nunca […] por primera vez en la historia, una sola especie pone en peligro al resto de los organismos vegetales y animales …”. ¿Por qué piensa el hombre que va a sobrevivir en un planeta devastado, si sólo somos parte de la cadena de la vida, si todo está vinculado en esa riquísima, hermosa trama? ¿Nos creemos ser el Ave Fénix? ¿Esperamos tornarnos superhombres en soledad absoluta?
Recuerde: los microorganismos “son la versión básica de la vida y base irrenunciable de toda la vida en la Tierra…”, oxigenaron el planeta e hicieron posible la evolución. ¿Estarán tan embotados nuestros sentidos que no percibimos ni siquiera el peligro de muerte que tan neciamente procuramos?
Fuentes:
Lucien Gerardin. La Biónica. McGraw Hill, Ed. Guadarrama, S.A. Madrid, 1968.
Detlev Ganton, Thomas Deichmann, Thilo Spahl: Vida, Naturaleza y Ciencia. Taurus/Santillana, México, 2004.