El mercado de derivados en algunas ocasiones sirve para hacer frente a deudas a corto y largo plazo.
Entre tanta información que ahora ha surgido alrededor de la crisis financiera, uno de los temas más comentados, y más confusos, es el de los instrumentos derivados. Para algunos, se trata de viles apuestas como las de Las Vegas; para otros, es una bomba que va a destruir el mundo porque suman 650 millones de millones de dólares, algo así como 11 veces el PIB mundial, es decir, 11 veces el valor agregado que produce el planeta entero en un año.
Los derivados son instrumentos financieros que se construyen sobre algún activo ya existente. Por ejemplo, sobre el precio del petróleo, del trigo o del dólar; sobre las tasas de interés de los Cetes, o de los bonos del Tesoro; sobre cualquier activo que tiene un mercado ya en funcionamiento.
Por ejemplo, si yo necesito comprar dólares dentro de tres meses, para pagar importaciones, y no quiero arriesgarme a que estén a 15 o 20 pesos, los puedo comprar desde hoy, o puedo comprar un instrumento derivado que fije el precio del dólar, para dentro de tres meses. Si no compro nada, todo el riesgo del mercado cambiario lo cargo yo. Si compro los dólares, entonces de una vez asumo el costo. Si, en lugar de ello, compro una cobertura, o compro los dólares a futuro, una parte del riesgo me toca a mí y otra parte a quien me vende el instrumento. El riesgo se distribuye.
Lo mismo puede hacerse con acciones de empresas. Si yo creo que las acciones de una empresa van a bajar, en lugar de comprarlas, puedo comprar hoy una opción sobre ellas, para que cuando bajen de precio yo gane. Más todavía, si yo tengo un instrumento con tasa de interés fija lo puedo transformar en un derivado con tasas de interés variables, y viceversa.
Todos estos instrumentos lo que hacen es distribuir el riesgo entre varias personas. En lugar de tener yo todo el riesgo con los dólares que voy a comprar, una parte del riesgo se la paso a quien me vende la moneda a futuro. En lugar de cargar con el riesgo de la acción, una parte se la paso a quien me compra a futuro. En lugar de tener todo el riesgo de las tasas variables, una parte se la paso a quien me vende el instrumento de tasa fija. Los instrumentos derivados reducen el riesgo porque lo distribuyen entre distintas personas.
Sin embargo, el riesgo no desaparece, nada más se reduce. Por ejemplo, si alguien ofreció a inicios de septiembre vender dólares en los siguientes meses a 11 pesos, el golpe de la semana pasada le costó una fortuna, puesto que en el mercado estaban a 12, 13 y hasta 14 pesos. Así, quien ofreció vender a 11 perdió uno, dos o tres pesos por cada dólar.
Ahora bien, existe un cierto tipo de derivado que puede ser que no reduzca el riesgo, sino que lo incremente, y es el llamado credit default swap (CDS). En este caso, una persona paga una mensualidad a otra a cambio de que ésta se haga responsable de pagar el capital de una tercera persona, en caso de que ésta, la tercera, no pueda cubrir sus obligaciones. Es éste el derivado que hace unos años fue llamado “arma de destrucción masiva” por Warren Buffet, el mago de las finanzas. La razón es que, a diferencia de los derivados normales de los que le platicaba, en éste no se sabe bien cómo ponerle precio. En un derivado sobre dólares, la diferencia entre las tasas de interés de México y Estados Unidos nos da el precio; en un derivado sobre acciones a futuro, la tasa de interés y el precio actual de la acción nos permiten poner precio. Pero en un CDS, nadie sabe cuál debe ser el precio, porque nadie sabe cuál es la probabilidad de que el que iba a pagar no pague.
Son estos derivados los que provocaron la extensión del problema crediticio y el hundimiento de los bancos de inversión. Estos derivados suman cerca de 63 billones de dólares (de doce ceros), que representan cinco veces el PIB de Estados Unidos. Y lo que no sabemos es cuántos de ellos están en problemas.
Como puede usted ver, los derivados no son un problema, así en general, sino una ayuda a que los mercados estén limitados y el riesgo se reduzca. Pero hay derivados que sí son un problema, porque no se sabe cómo deben funcionar. Estos derivados, los CDS, son los que están en el origen del problema que hoy vivimos. Afortunadamente, son menos de 10% del mercado mundial de derivados. Es un gran problema, pero no es el fin del mundo, ni nada parecido.
La ruta de la crisis
Los precios de las viviendas nunca bajan. Esta simple premisa sedujo a los consumidores estadounidenses y a Wall Street a cargarse de deuda hipotecaria. Pero la premisa cayó: los precios en baja de la vivienda –que sí bajaron y que además no se han pagado- atentan ahora con arrastrar en su caída a la economía global.
El inicio en Wall Street
Los bancos y prestamistas de hipotecas ofrecen préstamos a quien lo solicite. Hay operadores de
hipoteca en todo el país que ofrecen acuerdos demasiados buenos para ser ciertos. Abundan los paquetes que agrupan hipotecas buenas e incobrables para los inversionistas entusiastas.
Los consumidores estadounidenses gozan de un festín de préstamos. Compran casas que no pueden
pagar, usan sus casas como cajeros automáticos y especulan con bienes raíces. Algunos son víctimas de los operadores de hipoteca no regulados, y cuando se vence una cuenta, “declaración de quiebra”.
Como parte de sus agendas internas, las administraciones de Clinton y Bush y el Congreso presionaron para aumentar la propiedad de la vivienda de aproximadamente 63 % de los hogares a 68 %.
Se simplifican las regulaciones de suscripción para permitir que los prestatarios de menos ingresos
accedan a una hipoteca.
Se desploma el mercado de acciones. La Reserva Federal, bajo la dirección de Alan Greenspan,
recorta las tasas de interés en 12 oportunidades a partir de 2003 Los prestamistas usan el dinero barato para crear hipotecas más exóticas, como préstamos a tasa ajustable con tasas de introducción de hasta 1%.
Los prestamos subprime, los ideados para prestatarios con historial crediticio riesgoso o pobre, crecen de 7% de todos los préstamos en 2001, a 20% en 2006.
Los prestamistas agrupan hipotecas para venderlas en Wall Street, que da la bienvenida al sector de bienes raíces. y su promesa de grandes ganancias. -Las agencias de calificación de crédito dan la bendición a estos paquetes de hipotecas con su calificación de mayor seguridad, AAA.
Los bancos, aseguradoras, los fondos de inversión, de pensión y los gobiernos extranjeros creen en estos títulos supuestamente seguros avalados por hipotecas. -Algunas empresas compran pólizas de seguro de American International Group y firmas similares para protegerse en caso de “default”, es decir, para prevenirse por anticipado contra las fallas.
Crisis Subprime: de 2006 a 2008
La Reserva Federal sube las tasas de interés en junio de 2004, la primera de 16 alzas.
Empieza a desinflarse la burbuja un año después, con la primera ola de ejecuciones hipotecarias, una desaceleración de la construcción de viviendas y una caída en los valores de las propiedades.
Enero de 2006: Ameriquest Mortgage Co. resuelve investigar las supuestas prácticas ilegales en préstamos hipotecarios en 49 estados por 325,000,000 dólares.
Abril 2006: el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, reconoce que hay “señales de mitigación” en el mercado de la vivienda.
La Desaceleración: 2008
Las reglas contables exigen a los propietarios de valores respaldados por hipotecas que “apunten” su valor. A medida que empeora la situación en el mercado de la vivienda, se evapora la confianza en el valor de cualquier título respaldado por hipoteca.
Los inversionistas se ven obligados a pasar a pérdida miles de millones de dólares. AIG y otras agencias que vendían seguros contra default tienen que responder por sus pagos y reducir sus activos.
n Marzo: Bear Stearns, un importante banco de inversión y asegurador de valores respaldados por hipoteca, se queda sin capital y se vende a J.P. Morgan Chase. New Century Financial, la segunda prestamista de subrpime más grande del país, presenta una solicitud de declaración de quiebra.
7 de septiembre: Los gigantes hipotecarios Freddie Mac y Fannie Mae, con más de 5,000,000de millones en títulos respaldados por hipotecas, son rescatados por el gobierno federal para prevenir su quiebra después que sus valores en el mercado cayeran a casi la mitad.
15 de septiembre: El banco de inversión Lehman Brothers se declara en quiebra. Merrill Lynch acepta precipitadamente una oferta de Bank of America para evitar correr la misma suerte que Lehman.
El gobierno de EU sale de AIG con un préstamo por 85,000millones de dólares a cambio de una participación del gobierno de 79.9 %. -Septiembre: Los banqueros, sin tener certeza de su grado de exposición a las hipotecas incobrables, aumentan las tasas de interés a sus mejores clientes y deciden no hacer nuevos préstamos.
Crece el temor de una recesión global.
Proponen entonces un rescate financiero de 700,000 millones de dólares.
Con ese monto, el gobierno de EU se decide a comprar los valores respaldados por hipotecas, con la intención de revenderlos posteriormente y el mundo se contagia.