A veces los planes nos agarran con los dedos en la puerta, aunque voluntariosos los abordemos. Se caen de pronto como llovizna pesada, empapándolo todo.
Eso fue lo que le ocurrió a Galeana con la compra del gimnasio Metropolitano Diez de Pepe Castañeda Lince. El Diez estaba allí en San Ángel, donde está la mano de Obregón. Yo tuve todo el equipo del Metropolitano Diez. Me vendió todo el equipo, lockers, todo. Pero entonces no sabía en lo que me estaba metiendo.
Lo que pasa es que Pepe Castañeda Lince tenía todo el equipo. Él tenía como once gimnasios, todos. Y yo le compré el Metropolitano Diez. El primer Metropolitano que tuvo lo puso aquí en la calle de Tacuba 15. Todavía está el edificio viejo de ésos de mármol. Y de allí empezó a poner el Uno, el Dos, el Dos estaba allí en López, ¿sí?, el Tres exactamente no me acuerdo, pero el Cuatro estaba allí en el pueblo de Tacuba, allí en la México Tacuba y Legaria, ¿sí?, el Cinco estaba aquí en Rosales e Ignacio Mariscal, ¿sí?, y los demás no me acuerdo exactamente dónde los tenía, pero sí tuvo bastantes. El Diez, que era el que yo le compré, lo tenía acá en Miguel Ángel de Quevedo e Insurgentes.
Y sí…, sí tuvo varios. También tuvo el Coloso Metropolitano que estaba en Insurgentes. Tuvo varios. Y de repente me dice: Oye, ¡voy a vender este gimnasio!, y ya lo había desarmado y todo, y le digo… yo le doy tanto por él…, y dice, es muy poco…, pues usted vea si le dan más, y un buen día llega y dice, ¿sabes qué?.. ¡te quedas con el gimnasio!, y le digo: ¡Órale!
Porque yo siempre allí estaba. Yo era el que hacía todo. Oye, ¡ya se desoldó esta banca…! y se la soldaba!.., oye, pues se me amoló la llave de tal lavabo… ¡y se la arreglaba! Porque yo a todo eso le hago, ¿sí? Le ayudaba en el mantenimiento del gimnasio y no me pagaba, sino que me dejaba entrenar y no me cobraba, ¿sí?, que al fin y al cabo era lo mismo…, hasta que un día yo agarré y dije ¡voy a ver si pongo mi gimnasio!
Y es justo así como lo exclama. Y lo veo… y veo a Galeana, y veo sus ojos que me conversan. Y su relato, y su decepción, es solamente un acontecimiento más de este arduo sendero de aciertos y decepciones. Detengámonos en lo simple. Veamos a los lados. Respiremos lo freso. Galeana, a veces, –descontento—, cruza las calles, hambriento de lo que será, cargando a cuestas tantos relojes y golpes.
Y es que Castañeda Lince tenía trabajadores. Y le decía a su trabajador, mira, voy a vender el gimnasio, ¿lo quieres?, te lo dejo y me lo vas pagando como puedas. Yo creo que él mismo sentía que ya eran muchos gimnasios, y ya no los quiso tener. Yo creo que ha de haber dicho… ya no los quiero, ya son muchos gimnasios, y ya, ya tengo muchos gimnasios. Y los empezó a vender. Muchos los dejaba a crédito como a un señor que se llamaba Carmelo Terrazas. Pero a mí no. Yo le compré al contado el Metropolitano Diez que estaba allí por la mano de Obregón. Pero se lo compré sin sauna.
Al sauna le dieron en la torre porque no lo quitaron desde abajo sino que le metieron serrote. Y ya ve que el sauna lleva unas resistencias alrededor de la madera para calentar ora sí que el ambiente, y estos cuates cuando lo quitaron le dieron en la torre cortando todo con segueta. O sea que eso nada más servía como para leña. Y fue allí donde yo le dije… oiga usted me está dando tanto en tanto, pero esto y esto no me sirve para nada…, porque él me decía… no, que mira, que el sauna… ¡pero si el sauna lo desgraciaron!, le digo, no sirve, es más se lo dejo, yo no lo quiero. Entonces yo nada más le compré todo lo que era lockers, barras olímpicas, como 20 aparatos, todo, le compré todo.
Pero empecé a tener problemas para que alguien me apoyara con eso del inmueble. Y guardé todo allí en San Pablo Xalpa, donde está la Bimbo. Había una nuera de una señora que era amiga mía. Oye, tú tienes mucho espacio, déjame meter aquí las cosas…, sí, te cobro mil pesos mensuales…, sí, no hay problema. Eran 50 lockers, como 20 aparatos, pesas desde medio kilo hasta olímpicas de 20 kilos, barras, un montón de cosas. Pero seguí teniendo problemas con eso del inmueble, y empecé a hacer cuentas, y me empezó a doler la renta.
Entonces conocí a un cuate, que según es hijo de Javier Solís, y ese cuate me recomendó con uno que quería comprar, y la verdad yo ya había hecho bien las cuentas, todo lo que le había metido, ¿y si le sigo?, y le digo a este cuate dame por las cosas 25, te doy diez, no… 25, ve todo lo que es…, te doy 15, órale, bueno, y se lleva las cosas en un camión que hasta les ayudé a cargar, y ¡aparte me da un cheque sin fondos…!
Entonces voy y le digo, ¿oye qué paso?..., no es que ayer me depositaron… pero te hago otro… pero cóbralo hasta tal día, y entonces le digo a un licenciado que conozco… oiga qué cree que este cuate ya me dio un cheque sin fondos, dile que si te da otro lo vamos a protestar y allí sí le va a ir mal, lo vamos a perjudicar… y eso le dije y rebotó de nuevo, y me trajeron a vuelta y vuelta, pero después me pagó, y allí acabó todo, todo mi sueño de poner mi gimnasio. Pero así pasa. Así a veces no se da.
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