En este día se va a repetir una de las manifestaciones más enfadosas, esquizofrénicas y tediosas de eso que se da en llamar la mexicanidad; me refiero al patrioterismo futbolístico.
Y es que, por si alguien lo ignora (y si lo ignora, es que ha pasado la última semana en el Nirvana o la Cochinchina, a escoger), hoy se juega la vida la Selección Nacional. Bueno, no tanto como la vida, pero sí su pase a la siguiente ronda eliminatoria para la Copa del Mundo de Sudáfrica 2010. Enfrenta a la poderosa selección de Honduras, uno de los tres países más pobres del Hemisferio Occidental.
La cuestión es que buena parte de la conciencia y el interés nacionales estarán puestos en lo que hagan o dejen de hacer los Ratoncitos Verdes, niños mimados y sobrepagados que suelen decepcionar a comentaristas, público fanático y simples observadores por igual. La pregunta es, ¿vale la pena todo ese desperdicio de neuronas, hígado y corazón en algo tan poco edificante? ¿Realmente importa algo que esa panda de inútiles quede eliminada o no de un torneo en el que, podemos estar seguros, quedarán eliminados a final de cuentas?
Para explicar su desproporcionado interés en el asunto, no falta quien apele al refugio de los canallas: el patriotismo. Que se diga patriota gente que nunca paga impuestos, no vota, no se entera de lo que ocurre en su comunidad, se opone a cualquier inversión productiva (como en Pemex) y sigue creyendo que la independencia ocurrió en 1810, resulta sencillamente repugnante. Que ese supuesto patriotismo lo exprese pegando de gritos como gato atropellado, insultando soezmente a un pueblo que nunca nos ha hecho nada, y aplaudiendo a un grupo que al año gana más que él en toda su vida (sin hacer nada medianamente productivo), no resulta sino patético.
Lo impresionante es que, si fuéramos una potencia futbolística, el furor estaría medianamente justificado. Medianamente. Si no tuviéramos problemas, amenazas y acechanzas, uno llegaría a pensar que nos podríamos dar el lujo de gastar la pólvora de nuestro interés en los diablitos futboleros. Pero estando las cosas como están, en una sociedad muy lastimada por la ineficiencia de la clase política, la crisis económica y de confianza, y la lucha contra intereses de todo tipo, desde el crimen organizado como el desorganizado, pasando por los sindicatos mafiosos, como que está para pensársela.
Según me explican algunos de los que le saben a estas cosas (que, al parecer, suman unos 100 millones de expertos en todo el país), está en chino que México resulte eliminado. Por experiencia histórica (¿se acuerdan de 1973?) yo no estaría tan seguro. Pero de algo sí lo estoy: que tanto interés en algo tan nimio… tiene de patriotismo lo que yo tengo de bailarina del Bolshoi.