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Mexicanos

Diálogo

Yamil Darwich

Las advertencias son claras y preocupantes: la situación económica no mejorará sensiblemente, al menos en el corto plazo, particularmente en medida que el vecino del Norte continúe con dificultades económicas y pobres expectativas de crecimiento.

La pésima educación escolarizada, inseguridad, dependencia tecnológica y otras muchas excusas, seguirán siendo justificaciones en el futuro próximo.

Pocos nos hablan de la cruda realidad; ¿será porque nos disgustan aquellos que nos señalan nuestras deficiencias y carencias humanas?

Nos haría mucho bien reconocer nuestras verdades y aceptar que somos nosotros mismos, los mexicanos, el fundamento principal de los problemas.

Le comparto el pensamiento de Salvador Borrego Escalante, abogado, historiador, filósofo y economista, autor de varios libros, que por sus contundentes declaraciones no son promovidos en algunos medios editoriales.

Le transcribo un resumen de su postura en “América Peligra”, donde nos clasifica como mexicanos, antimexicanos y premexicanos.

De los mexicanos afirma: “Dotados de conciencia de nacionalidad; aquilatan el bien de México como factor importante de acción; idealistas que no han perdido la llama de la fe; distinguen entre causas justas e injustas y están prestos a luchar por las primeras; les importa el ideal; representan la síntesis que no naufragó en la borrasca y que emergió con sentido armónico; no conservan en su espíritu el recuerdo angustioso de la derrota india ni el rasgo rapaz del vencedor; son el triunfo del mestizaje; seres estables cuya conciencia rebasa los linderos personales y se extiende al porvenir; no se encuentran en una sola clase social sino esparcidos en todas: obreros cuidadosos, campesinos que obtienen rendimiento de sus tierras, burócratas que cumplen eficazmente, industriales o comerciantes que producen y distribuyen, jornaleros que realizan su humilde tarea y que sirven de apoyo para que sus descendientes suban”.

De los antimexicanos escribe: “Minoría consciente, pero negativa; de ‘fría desilusión’ y buscan lo conveniente a su egoísmo que disfrazan y justifican como viveza y sentido práctico; importa el poder; perdieron la fe en lo nacional y se refugian en el cinismo del bienestar puramente material; grupo de rapiña que no siente obligaciones y que cuando se acercan a las masas es para usarlas de ariete o fortín”.

Sobre los premexicanos: “Sin conciencia de nacionalidad; población inerte heredera de un torbellino de influencias raciales que aún no cristalizan en conciencia nacional; su más acentuada característica negativa es la inconsciencia y su rasgo positivo es el estoicismo que les permite sufrir privaciones infrahumanas y soportar silenciosamente el atropello; carecen de conciencia nacional, o sea de nacionalidad espiritual; viven vegetativamente, absortos, cautivos; sus pensamientos y emociones no se elevan para fundirse en la espiritualidad colectiva que es la esencia de las naciones; son cambiantes y veleidosos; carecen de cauces y misión cívica y oscilan entre el temor primitivo y la indiferencia a la muerte; sin un rumbo perdurable, sin la esperanza (…) carecen de móviles para la acción y consecuentemente yacen en la pereza; humildes ante el hombre de acción e inertes ante el abuso. Movidos más por las influencias exteriores; sus vidas son más accidentes que obras; padres biológicos que en innumerables casos no prohíjan las más elevadas manifestaciones de vida, jerarquía para la cual no los capacita su inconsistencia y de ahí que abandone con facilidad a los hijos; en lo económico son un desastre. No sólo es pobreza lo que sufren, sino miseria; las mujeres pertenecientes a este grupo adolecen de las mismas fallas: dejadez de sus personas y la carencia de ambiciones son continuación de una niñez vacía ensombrecida por la miseria. Los dones que en sus gracias femeninas reciben no son cuidados ni siquiera con aliño y limpieza. Su blandura no es un apoyo ni un incentivo a la evolución del esposo y de los hijos. No alienta a superarse ni al marido ni a su descendencia; no debe confundirse con la auténtica abnegación; solapa la insuficiencia (…) pereza retocada de amor y virtud. El mexicano incipiente por sistema rehuye el esfuerzo; el de transición zigzaguea entre la actividad y la holganza; el de transición desprecia lo mexicano; prefieren reconocer valía en un extranjero. Toleran mejor el triunfo de un extranjero porque a él no le sienten compitiendo; indiferentes al porvenir”.

Termina escribiendo: “Muchas falsedades y absurdas ilusiones necesitan ser decididamente derribadas; vamos a reconocer entre la realidad o seguir durmiendo en tranquilizadoras mentiras”. “Para que las virtudes se aviven en los descendientes, no basta con la instrucción, por eficaz que parezca; es además necesario el cultivo del espíritu a través de ejemplos, conceptos, sentimientos y herencias morales”. ¿Qué le parece?

Hay verdades dolorosas y en los párrafos anteriores encontré algunas que nos permiten saber quiénes somos para poder mejorar. Ahora le pido hagamos una evaluación de nuestras particulares actitudes en la vida cotidiana y así tengamos elementos para obrar en consecuencia.

ydarwich@ual.mx

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