“Ve las fluctuaciones del mercado como tu aliado y no como tu enemigo. Aprovecha la locura en vez de participar en ella”.
Warren Buffet
Al final el anuncio de la aprobación de un rescate del sistema financiero de Estados Unidos no eliminó los miedos de los inversores, y por una buena razón. Hasta ahora el temor fundamental era la quiebra de algún banco. Hoy el miedo es a que se desplomen las economías de Estados Unidos y del mundo. Los inversores ven la posibilidad de una recesión o incluso de una nueva depresión tan profunda como la de los años treinta. Contra eso no hay plan de 700 mil millones de dólares, o de cualquier otra cantidad que pueda juntar un Gobierno, que genere optimismo.
Los mercados internacionales se desplomaron ayer como consecuencia de este temor. Los inversores saben que una recesión internacional tendría consecuencias importantes sobre toda la economía, no sólo ya la financiera. De hecho, ya empezamos a ver los resultados del desplome financiero en la “economía real”.
En Estados Unidos y otros países del mundo, como España, decenas de miles de familias se están quedando sin hogar y sin empleo. Las remesas de los trabajadores mexicanos en la Unión Americana han empezado a descender. Las exportaciones manufactureras mexicanas están cayendo. Ayer bajaron los precios de las materias primas, incluso del petróleo, porque es claro que la demanda descenderá en una recesión. Por eso está cayendo no sólo la Bolsa Mexicana sino también la cotización del peso, que hasta hace poco había tenido una sorprendente fortaleza.
Los inversores modernos no parecen estar dispuesto a convivir con ninguna recesión. Durante siglos los economistas consideraron que las recesiones eran una parte fundamental del ciclo económico. De hecho, se les consideraba como un elemento saludable, que ayudaba a limpiar una economía y la hacía sustentable en el largo plazo.
En las últimas décadas, como reflejo de este temor, las autoridades financieras de Estados Unidos han hecho enormes esfuerzos por evitar las recesiones. Y en cierta medida lo han logrado. La última gran recesión en la mayor economía del mundo -por lo menos en la definición tradicional que establece como criterio dos trimestres consecutivos con contracción del Producto Interno Bruto- tuvo lugar en 1991-1992 al final del Gobierno de Ronald Reagan. A partir de entonces se ha registrado el mayor periodo de expansión económica en la Historia registrada de la Unión Americana.
Ni siquiera en 2001, con el desplome de las acciones de alta tecnología y los atentados terroristas contra el World Trade Center de Nueva York y el Pentágono en las afueras de la ciudad de Washington, se registraron dos trimestres consecutivos de contracción. En los primeros meses de este 2008, cuando se esperaba ya el inicio de una recesión, el Gobierno de George W. Bush, hizo una importante devolución de impuestos, 100 mil millones de dólares a 117 millones de estadounidenses, que sólo promovió un último estertor de consumo antes de llegar al salto de la muerte en el que hoy nos encontramos.
Así como el Gobierno de Estados Unidos trató de evitar una recesión con esta devolución de impuestos, durante décadas la Reserva Federal, el banco central del país, ha utilizado la política monetaria para impedir esta parte fundamental del ciclo económico. En los últimos años, cada vez que la economía se ha inclinado a una recesión, o cuando los mercados financieros han caído con demasiada rapidez, la Reserva Federal ha recortado tasas de interés. El paliativo ha funcionado ya varias veces, pero tarde o temprano debía de fallar. En este 2008, de hecho, de nada ha servido que la Reserva haya colocado a las tasas de interés en niveles negativos en términos reales. La tan temida recesión está entrando a la economía de cualquier manera.
Nadie puede abolir el ciclo económico: ni siquiera el Gobierno de los Estados Unidos con todos sus enormes recursos. Ir en contra de la corriente, como lo han tratado de hacer el Gobierno del presidente Bush y la Reserva Federal, es insensato. Más eficaz sería guardar ese dinero y emplearlo para apoyar el repunte que tarde o temprano vendrá.
Si el próximo presidente de Estados Unidos es paciente y entiende cómo funciona la economía, abandonará las políticas económicas irresponsables de Bush: eliminará gradualmente el déficit del presupuesto, impulsará tasas de interés que otorguen nuevamente un premio al ahorro y hará reformas estructurales que vuelvan más eficiente la economía estadounidense frente a otras del mundo. Poco a poco la recesión abrirá así las puertas a un crecimiento sustentable de varios años.
La Unión Americana no es una isla económica. Si quiere salir adelante, tiene que impulsar políticas económicas sensatas. El problema es que no las hemos visto en Washington desde que Bill Clinton dejó de ser el inquilino de la Casa Blanca.
GUERRERO
El Frente Amplio Progresista, al dividirse, abrió las puertas para el triunfo del PRI en las elecciones de Guerrero de este pasado 5 de octubre. Esto resultó especialmente obvio en Acapulco, donde Luis Walton y Gloria Sierra se repartieron los votos de la izquierda y permitieron la victoria, por escaso margen, del priista Manuel Añorve. Pero no hay duda de que el PRI está aprovechando la decepción ante el ambiente de violencia y el escaso crecimiento económico para convertirse nuevamente en una opción de Gobierno.