Noventa mil son los afortunados. Para los otros millones que no obtuvieron una entrada a la inauguración, la opción es la calle.
El problema es que la mayoría quiere ir a una sola, la única abierta a la circulación y que está más cerca del Nido de Pájaro, tiene tres edificios con pantallas gigantes como parte de sus estructuras y los chinos que no se imaginaron adentro del estadio la noche del 8 del mes 8 en el año 2008, se ven en esa calle mirando hacia las pantallas y al final hacia el cielo.
Pasaron meses fotografiándose frente al estadio Nacional. No ha habido un día en el que el Nido de Pájaro no haya sido plasmado en foto desde que tomó forma.
Los chinos llevan esperando este evento desde hace años, se han preparado mucho para llegar hasta aquí. Le han invertido tiempo, esfuerzo, voluntad y esperanza a los Juegos Olímpicos y que la calle mida menos de un kilómetro de largo y menos de 300 metros de ancho no los detendrá.
Tampoco el calor mayor a los 35 grados, ni la humedad que moja las playeras.
En la calle, los lugares están peleados. Aquí no hubo millonaria venta de boletos.
Lejos del Nido de Pájaro, la ciudad está llena de pantallas. Están en Wangfujing, una gran avenida con tiendas y restaurantes donde llevan meses transmitiendo imágenes solamente relacionadas con los Juegos.
En la plaza de Tianamen, donde se espera será el segundo sitio que los chinos abarroten si no logran obtener un huequito afuera del estadio.
En el Metro, cada vagón cuenta con sus propias pantallas.
Hubo mucha expectativa. Desde las probaditas que pasaban en la televisión, la gente hacía pausa para mirarlas, era un ensayo, pero se miraba fascinante.
Con playeras de México llegan Ilian’na, Moyou, Aishemgli, Majie, Xiaoyao, Zhaoming y Jiajia, son sus nombres en chino, se los pusieron desde hace un año cuando salieron de Aguascalientes para vivir en Shanghai, vinieron a estudiar chino.
Hoy están parados en la reja que los divide del sueño de vivir una inauguración de Juegos Olímpicos, al menos adentro del estadio. Pero igual no importa, pues dicen que el simple hecho de estar afuera es una experiencia.