Llegaron de pronto y me dijeron:
-Somos las palabras necias.
No las reconocí, a pesar de haber oído -y dicho- tantas. Les pregunté:
-¿Puedo hacer algo por ustedes?
Me contestaron:
-Queremos que desaparezca esa frase que dice: "A palabras necias oídos sordos". Porque, díganos usted: si los oídos son sordos ¿cómo saben que nosotras somos necias?
No supe qué contestar. Les dije lo primero que se me ocurrió: que la tal frase es eso, una frase nomás, y que por eso no debían hacerle mucho caso. El argumento no las convenció. Me lanzaron una mirada de desprecio y luego se fueron mascullando:
-A palabras necias...
¡Hasta mañana!...