Hay en el cementerio de Ábrego una tumba. Quienes saben oír las voces de las tumbas pueden ahí escuchar estas palabras:
“... Nací... Viví... Morí... Eso fue todo. Y aun esas palabras pueden quedar reducidas a una sola: viví. Porque nacer y morir son parte de la vida. No son el principio y el final de la vida, ahora lo sé, sino sólo un momento del vivir. Nacer es morir a una vida anterior: la que vivimos en el seno de la madre. Morir es nacer a nueva vida en un seno que no recordamos, como no recordamos el seno materno, pero en el cual ya hemos estado antes.
“Nacer es empezar a morir. Eso es muy cierto: lo saben hasta los filósofos. Pero morir es también empezar a nacer. Para saber eso no hace falta la filosofía: hace falta esperanza. Y la esperanza es más bella que todas las sabidurías. Y es, también, más verdadera...”. Así dice la voz callada de esa tumba. La he escuchado y a todas partes va conmigo el sonido de esa voz.
¡Hasta mañana!...