Ayer vi llover con sol.
Alejandra, mi nieta pequeñita, se echó a llorar por el mismo motivo por el cual lloran muchas veces las mujeres: porque sí.
Yo fui hacia ella con un pañuelo de seda roja que tengo en el cajón de mi buró. Es un pañuelo especial -les digo a mis nietecitas- para enjugar lágrimas de princesas.
-No llores, hijita -le digo a Ale-. Cada lágrima tuya vale un millón de pesos. Mira: ya has tirado 14 millones.
Entonces ella sonríe entre sus lágrimas, y la sonrisa le ilumina su carita de alabastro y rosa.
Lo dicho: ayer vi llover con sol.
¡Hasta mañana!...