Hemos bebido ya tres copas. O cuatro, o cinco, o seis. Las copas, dice mi amigo, son para beberse, no para enumerarse.
Yo hablo, y él escucha. Después él habla y lo oigo yo. Buena amistad es la de aquellos que se hablan y se escuchan.
Mi amigo tiene una teoría. Dice que en nuestras pláticas los hombres acabamos siempre hablando de mujeres, y las mujeres acaban siempre hablando contra los hombres. Ni sé si la tal tesis tenga validez científica, pero él la enuncia con seriedad de catedrático.
Y él habla de mujeres. Más bien, habla de una mujer. Me cuenta: "La vi cuando era joven yo, un instante. Un instante fui joven, nada más, y la miré un instante. Pero en ese instante me enamoré de ella, y aunque nunca la volví a ver sigo enamorado de ella en el recuerdo".
Hace una pausa mi amigo, le da un trago a su copa y luego añade:
-Hay amores que dicen ser eternos y duran un momento. Mi amor fue de un momento, pero un momento así dura una eternidad.
Ignoro si esa frase la inspiró el sentimiento, o el vino la inspiró. En cualquiera de los dos casos es una bella frase.
¡Hasta mañana!...