Ayer que hurgaba en mi cajón encontré un sueño.
Lo sacudí para quitarle el polvo, pero no lo reconocí. Se puso triste. Me preguntó, afligido:
-¿No me recuerdas? Soy aquel sueño que soñabas cuando tenías 15 años. Soy el sueño de lo que entonces querías ser.
Pensé: ¿cómo iba yo a reconocerlo? Él se ve joven todavía y yo he perdido la juventud de ayer. Él aún sigue soñando; y yo dejé de soñar hace mucho tiempo ya.
Lo puse nuevamente en el cajón mientras volvía los ojos a otra parte para no ver su mirada de tristeza. Ahí está ahora ese sueño que ayer tuve, el sueño de mí mismo. Y aquí estoy yo, que en mí mismo no estoy ya, porque aquél que no vive sus sueños no es él mismo.
¡Hasta mañana!...