Desde sus anaqueles en las bibliotecas los libros nos llaman y nosotros no los escuchamos. Vamos a la carrera, atolondrados y sólo nos detenemos ante la caja que muestra imágenes pasajeras y dice palabras más pasajeras aún.
Y ahí están los libros, con las palabras del hombre eterno, con sus voces de amor y desamor, de engaño y desengaño, de sombras amanecidas y luces opacadas; con sus canciones de cuna y sus salmos de mortaja; con sus grandezas y su pequeñez...
Y nos llaman los libros y a gritos nos piden que los leamos. Y sus clamores llenan los vacíos espacios de las bibliotecas. Por eso hay en ellas esos letreros que dicen: “Silencio”. No se dirigen a los hombres que no leen y por eso no hablan. Se dirigen a los libros que no son leídos y por eso gritan.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS.