Un hombre advirtió cierta mañana que no tenía sombra.
Se preocupó bastante. ¿Qué había sido de su sombra? Le dijo a su mujer:
-Perdí mi sombra.
-No me extraña -replicó ella-. Nunca sabes dónde dejas las cosas.
A eso del mediodía el hombre notó con alivio que ya tenía sombra. Al parecer su sombra se había quedado dormida. Las sombras también se cansan de seguir por todas partes a los cuerpos. Le dijo a su sombra el hombre:
-Espero que esto no vuelva a suceder.
Le contestó la sombra:
-Yo siempre debo esperar a que tú salgas para salir yo. Y es más triste ser sombra sin cuerpo que cuerpo sin sombra.
El hombre ya no supo qué decir.
¡Hasta mañana!...