Llovió esta tarde sobre el picacho de Las Ánimas. Cuando se fue la lluvia dejó como regalo -además del regalo de sí misma- un arco iris glorioso que llenó toda la redondez del cielo.
No sé cuál de esos dones merece la gratitud mayor. La lluvia fecundará la tierra, y de ella saldrá el pan que nutre el cuerpo. Pero el arco iris es belleza para el alma, y hace que la mirada suba a lo más alto.
Ahora es de noche. No hay resplandor de luna, y tampoco se miran las estrellas. Es de noche, lo dije, pero no hay tinieblas. En la memoria quedó el gozo de ese arco de colores que llena toda la redondez del corazón. En verdad los recuerdos que guardamos son eso: un arco iris de hermosura que nos abraza en medio de la oscuridad.
¡Hasta mañana!...