Cuando la muerte le llegó a aquel hombre la recibió él sosegado.
-Ya te esperaba -le dijo con amabilidad-. Desde hace mucho tiempo abrí la puerta para que entraras tú. Pasa, pues, y siéntete como en tu casa.
-¿No me temes? -preguntó la muerte algo desconcertada-. A muchos les inspiro miedo, y a algunos aun terror. ¿Por qué tú estás tranquilo?
Contestó el hombre, sonriendo:
-¿Quién le tiene miedo a una comadrona? Eso eres tú: una partera que viene a sacarme del seno de esta gran madre nuestra que es la tierra, para llevarme a otra vida de plenitud mayor, donde hay eterna paz y bienaventuranza eterna. Bien vengas, pues, comadre, comadrona.
La muerte ya no supo qué decir. Y es que ante la fe en la vida, la muerte nunca sabe qué decir.
¡Hasta mañana!...