Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que se perdió en un monte, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas como siempre- y continuó:
-Los seres y las cosas deben seguir el dictado de su naturaleza. Esa naturaleza es ley de Dios, y contrariarla es contrariarlo a Él.
Siguió diciendo Jean Cusset:
-El Creador dio a la mujer y al hombre, como a todos los seres vivos, la misión de perpetuar la vida. Negarse a ella es rechazar el mayor milagro: el del amor. Cerrarse al amor y a la vida es un pecado mortal, pues en pecado incurre quien no actúa conforme a su naturaleza, es decir, conforme a la voluntad de Dios. Alguna vez se reconocerá que muchos que hablan del pecado han vivido en ese gravísimo pecado.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...