Por Murió el anacoreta y llegó al Cielo. Tenía la certidumbre de ser admitido en la morada celestial, pues toda su vida había sido de mortificación y ayuno. Grande fue su sorpresa, por lo tanto, cuando encontró cerradas para él las puerta de la eterna bienaventuranza.
-¡Señor! -clamó desesperado-. ¿Por qué no me admites junto a Ti, si te amé tanto!
Le contestó el Señor:
-A Mí sólo se me puede amar en mis criaturas. El que se aleja de ellas para acercarse a Mí sufre error grave. Tú te apartaste de tu prójimo. Al hacerlo te apartaste también de Mí.
Demasiado tarde entendió el anacoreta que al Amor se llega nada más por el amor.
¡Hasta mañana!...