Llegó sin aviso alguno y dijo:
-Soy la tortuga veloz.
Respondí, desconcertado:
-No hay tortugas veloces.
-Sí las hay -replicó ella-. Yo soy la más rápida de todas las tortugas. Ninguna tiene mi velocidad. Los hombres nos comparan con otros animales y dicen que las tortugas somos lentas. Pero en cuestión de rapidez una tortuga sólo puede ser comparada con otra tortuga. Si eso hicieran ustedes, sabrían que hay tortugas muy veloces. Yo soy la campeona de carreras en la Olimpiada de las tortugas. Si no es usted campeón de carreras en la Olimpiada de los humanos, entonces yo, tortuga, soy proporcionalmente más rápida que usted, que es hombre.
La tortuga habló con tanta rapidez y yo soy hombre tan lento en entender, que no supe qué contestar. Ella advirtió mi lentitud y se alejó rápidamente.
¡Hasta mañana!...