Llegaron sin avisar y me dijeron con una gran sonrisa:
-Somos las dudas que no somos serias.
Seguramente advirtieron mi gesto de perplejidad, porque añadieron:
-Habrá usted observado que la gente dice: “Tengo serias dudas”. Nosotros pensamos que las dudas no deben ser serias. El que no duda es porque cree saberlo todo. Tiene entonces la seriedad solemne que la ignorancia da. Nosotros acompañamos al que sabe que muy poco sabe; le damos la alegría que da siempre la búsqueda de la verdad.
¿Será verdad lo que me dijeron las dudas que no son serias? Tengo serias dudas.
¡Hasta mañana!...