El padre Soárez charlaba con el Cristo de su iglesia.
-Aquí entre nos, Señor -le preguntó- ¿existe el infierno?
-Caramba, Soárez -vaciló el Señor-. Te conozco, y si te digo que no existe quién sabe lo que serás capaz de hacer. Sin embargo te diré que la idea que ustedes tienen del infierno es medieval: arranca casi toda del Dante y su Comedia. Aquello de “la Gehena de fuego” que dice el Evangelio habla más bien del sitio en que se quemaba la basura. Esa metáfora la dije algo enojado, y debe tomarse más bien como un desahogo.
-Entonces ¿no hay infierno? -insistió el padre Soárez.
-Sí hay -dijo Jesús-. Pero no lo hice yo. Ustedes mismos lo hacen con su maldad, sus envidias, sus rencores y su desamor. La idea de un infierno contradice la idea de Dios. Es una idea demasiado humana.
El padre Soárez entendió lo que su Cristo le decía: el infierno es la ausencia del amor.
¡Hasta mañana!...