-Me aseguran -le dijo el hombre a San Virilia-, que sabes hacer milagros. Me gustaría ver alguno.
Le preguntó Virila:
-Tú ¿quién eres?
-Soy un trabajador -respondió el hombre-. Tengo mujer e hijos.
-Y ¿cuál es tu salario? -quiso saber el santo.
-El mínimo -respondió el trabajador-. Con él sostengo a mi familia.
-Vete entonces -le dijo San Virila-. Es cierto: hago milagros. Puedo mover una montaña, cambiar el curso de los ríos, y hasta detener en el cielo la marcha del eterno Sol. Pero comparados con el prodigio que tú haces cada día, mis milagros son nada. Vete a seguir haciendo el milagro de mantener a una familia con el salario mínimo, y a mí déjame seguir haciendo naderías como mover montañas, cambiar el curso de los ríos o detener el Sol.
¡Hasta mañana!...