Jean Cusset, ateo sin fanatismos, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:
-Es una pena que Jesús haya expulsado a los mercaderes del templo con un látigo. Ese episodio de su vida sirve a muchos para justificar la violencia en nombre del Señor.
Siguió diciendo Jean Cusset:
-Por encima de todo está el mensaje esencial del cristianismo, que es el amor, aun a los enemigos. No debe haber excepción para ese amor. La violencia no tiene nada de cristiano, pues atenta contra ese amor universal que el otro Cristo, el que nació en Asis, practicó sin excepciones.
Concluyó Cusset:
-La violencia me repugna, y más la violencia de palabra o de obra que se comete invocando el nombre de Jesús.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini. Con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...