Me habría gustado conocer a miss Elizabeth Swanson. Vivió en Londres a principios del siglo diecinueve. Era una mujer común: iba a la iglesia, como todas; bordaba y cosía, como todas; leía e iba al teatro, como todas.
Sin embargo miss Elizabeth Swanson hizo un día algo que antes mis ojos la hace una heroína: dejó de ponerle azúcar a su té. ¿Por qué hizo eso? Porque supo que el azúcar era fruto del trabajo de miles de esclavos africanos -mujeres, hombres, niños- que sufrían bajo el látigo de los negreros en las plantaciones de Jamaica y Haití.
La acción de la señorita Elizabeth parece insignificante, y hasta un poquito cómica. ¿Qué puede conseguir una mujer con dejar de ponerle azúcar a su té? Pero las acciones morales valen por sí mismas, independientemente de sus resultados.
Por eso pienso que miss Elizabeth Swanson es una heroína. A veces la dignidad humana consiste en no ponerle azúcar a tu té.
¡Hasta mañana!...