Llueve. Llueve por unanimidad en el Potrero. Llueve como si no hubiera llovido nunca; como si jamás hubiese de volver a caer la lluvia.
En la cocina bebemos el sabroso té de yerbanís. De pronto se escucha un ruido sordo. Es la corriente que llega de las tierras altas por el cauce de piedras del arroyo. Antes los hombres salían corriendo de las casas al oír ese fragor. Bajo la lluvia, con sus azadones, abrían las presas para que el agua entrara en las labores. Tenemos ahora pozos, y sistemas de riego por goteo; pero los viejos de antes se inquietan al oír que llega el agua, y se remueven en la silla como caballos viejos que recordaran las carreras de su juventud.
El agua es un prodigio que no sabemos ver. A través de la ventana miro caer la lluvia, y es como si viera caer a Dios. Pronto será la hora de dormir. En la cama oiré la lluvia en el tejado, y su murmullo será una oración.
¡Hasta mañana!...