Mi santo predilecto es San Francisco de Asís. Es un amable santo, tan humilde y sencillo que la gente lo llama por su diminutivo. Nadie dirá: “San Pepe”, “San Toño” o “San Beto” al referirse a San Alberto, San Antonio o San José. Pero al hablar de San Francisco el pueblo dice cariñosamente: “San Panchito”.
El manso poeta de Asís pensaba que en el Cielo hay animales, pues sin esas criaturas del Señor el Cielo no sería Cielo. Me gusta esa visión. Junto a los ángeles y los arcángeles, yendo y viniendo entre los serafines y los querubines, debe haber perros, gatos, conejos, elefantes, jirafas, cebras, leones, canoros pájaros y peces que volarán como aves por las etéreas salas celestiales.
En ese feliz zoológico está seguramente el Terry, mi amado perro cocker. Si por la infinita misericordia del Señor voy a su casa, escucharé un ladrido jubiloso, el de mi perro, y sabré entonces que he llegado al Cielo.
¡Hasta mañana!...