En estos días luce en el frente de mi casa una hermosa bandera mexicana.
Decir “hermosa bandera mexicana” es redundancia. Nuestra bandera es bella aun a la mirada de los extranjeros. Si a sus colores y dibujos añadimos los entrañables recuerdos infantiles, la vista de la bandera trae a nosotros emoción.
Ponemos la bandera en nuestra casa no por estéril rito patriotero, sino como declaración de amor. Y más en estos días, cuando el cielo de México se mira ensombrecido por tantas amenazas.
Volvamos a ser niños, y en la bandera tricolor hallemos causa para la unión, la fe y la esperanza. Esto no es cosa cursi, ni chabacanería. Es amor a la tierra y a sus símbolos. Llego a mi casa, y la bandera me hace volver a esa niñez perdida, cuando el hogar era una patria pequeñita y la patria era un gran hogar.
¡Hasta mañana!...