Llegó el otoño a mi ciudad, inesperado. Anticipó su viaje y se presentó acompañado por un leve cortejo de niebla y lluvia gris. En el jardín los árboles se sobresaltaron, pues no lo aguardaban todavía. Les dio pena mostrarse ante él con su atavío de verano, con sus galas de verdes hojas y flores encendidas.
A mí me gustan estos cambios súbitos del tiempo. También me gusta cuando en invierno se abren las nubes de repente y sale el sol a hacer un veranillo que no dura. Disfruto estos caprichos de la Naturaleza, tan femenina ella en todos los aspectos. Con mis nietos miro pasar la niebla por la calle, y con mi vaho pongo mi propia niebla en la ventana. Sobre el cristal empañado dibujo un corazón.
-¿Qué es? -me pregunta Mariana.
Le respondo:
-Soy yo.
¡Hasta mañana!...