En la escuela aprendimos que Isaac Newton descubrió la ley de la gravitación universal al ver una manzana que caía del árbol.
Una de las más bellas páginas de Machado nos da cuenta de cómo su padre y su madre se conocieron por casualidad: los dos, vecinos de pueblos muy distantes, fueron a Sevilla a ver el espectáculo de unos delfines que equivocaron el rumbo y se metieron en el Guadalquivir. Ahí se conocieron y ahí se enamoraron.
Los dos episodios -el de Machado y el de Newton- deben hacernos meditar en la influencia que en nuestras vidas tiene eso que se llama azar. No sabemos ciertamente si el azar es Dios con lentes negros, pero es indiscutible que lo azaroso juega papel de primer orden.
Muy grande cosa es el azar. Actúa en asuntos tan importantes como es el nacimiento de un poeta, y actúa también en cuestiones de tan poca monta como es el descubrimiento de la gravitación universal.
¡Hasta mañana!...