El plúmbago no se enteró de que el otoño había llegado ya, y se llenó con flores de un indeciso azul.
Entre el rojo descarado del clavel y el ostentoso rosa de la rosa, este azul desvaído es como la mirada de una mujer que olvida. La adormilada languidez del plúmbago no corresponde a su sonoro nombre. Así como su azul se desvanece antes de llegar al ojo, así su nombre debía desleírse ante de ser oído.
¿A dónde se iría la mitad de azul que se le fue al plúmbago? Debe haber ido a hacer más azul el cielo, o más azul el mar, o más azul el sueño de una muchacha en flor. Todo el azul del mundo es un único azul. Esta mañana azulada de plúmbago será mañana otra mañana azul.
¡Hasta mañana!...