Nadie en el rancho sabe de qué vive doña Ninfa, la mujer más anciana del Potrero. Quizá vive de milagro.
“Nada tengo -dice ella- pero Dios me tiene”. No pide, y todos le dan. Su pobreza ofrece a los demás esa riqueza que consiste en dar.
Hace unos días un hombre de la ciudad llegó a su casuca de adobes y le informó que “por su edad y su condición social” tenía derecho a recibir 100 pesos al mes de uno de esos programas de asistencia que aplica hoy el Gobierno.
-¡Ah, qué bueno! -se alegró doña Ninfa-. ¡Así tendré para darles a los pobres!
Yo llevo libros al Potrero de Ábrego para leer allá. Sin embargo el mejor libro es el Potrero.
¡Hasta mañana!...