San Francisco de Asís, segundo Cristo, es el mejor hombre de todos los que han vivido sobre la tierra.
Medieval y moderno, fue símbolo ayer de quienes buscaban otro mundo, y es símbolo hoy de los que quieren salvar éste. Desde su riquísima pobreza, desde su majestuosa pequeñez el Pobrecito de Asís nos sigue hablando: su voz tiene a un tiempo la fresca transparencia de la hermana agua y el fuego intenso del hermano sol.
Amo a Francisco de Asís porque es el más santo de todos los poetas, pero lo amo más porque es el más poeta de todos los santos. Él vive en mi Porciúncula. En la pequeña capilla de Potrero de Ábrego hice poner su imagen: lleva un libro en la mano y una llaga en el lado del corazón. Sobre mi mesa de trabajo tengo su “Preghiera semplice”; la leo siempre al comenzar la labor de cada día: “Señor: hazme instrumento de tu paz. Donde haya odio siembre yo amor...”.
Bienaventurado el que aprenda del Poverello a sonreír con los estigmas. Bienaventurado el que sea, como él, juglar de Dios.
¡Hasta mañana!...