Jean Cusset, ateo con excepción de cuando va en avión y estalla una tormenta eléctrica, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:
-Los hombres de religión han hecho de alma y cuerpo dos entidades no sólo separadas, sino aun opuestas y enemigas entre sí. Jamás han aceptado el hecho de que lo que hace bien al cuerpo hace bien al alma, y viceversa.
Siguió diciendo Jean Cusset:
-En la armonía de alma y cuerpo, en su unidad serena, el hombre y la mujer alcanzan su humana plenitud. No es cierto que atormentando el cuerpo, sometiéndolo a sufrimientos y mortificaciones, se beneficie el alma. El buen comer, el buen beber y el buen yacer son goces corporales, pero también son disfrute del espíritu. Si los volvemos culpas o pecados haremos daño a nuestra alma.
Así dijo Jean Cusset, y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre. Al hacerlo sintió un profundo gozo espiritual.
¡Hasta mañana!...