Don Abundio es tan sabio que habla poco. Pero cuando habla dice cosas muy llenas de sabiduría.
Hace unos meses murió don Bernardino en el Potrero. Él sí pasó a mejor vida, pues la que vivía con su mujer era de perros. Mayora se llama ella. (Nació el día de Santiago el Mayor, y el Santiaga no le gustó a su padre). Tiene carácter agrio la señora, y en vida de su esposo siempre lo zahería con palabras duras. Delante de la gente le decía que era desobligado, flojo, irresponsable, incapaz de hacer alguna cosa bien. Ahora, en cambio, cuando habla de “el finadito” alza los ojos al cielo, se enjuga una fingida lágrima y afirma entre suspiros que su Nino era modelo de todas las virtudes, trabajador, cumplido, hombre ejemplar. Yo le declaro mi extrañeza a don Abundio, y él me explica:
-Licenciado: las cosas y las gentes aumentan de valor cuando se hacen recuerdo.
Apunto aquí esa frase para no olvidarla. Es sabia frase. Y cuando la recuerde será más sabia todavía.
¡Hasta mañana!...
