Voy por el bulevar Constitución, en Monterrey. Empieza a amanecer; la ruta al aeropuerto está todavía despejada. Dentro de poco miles de automóviles pondrán sus estridencias y sus humos en las calles.
El sol confirma que todavía está ahí el Cerro de la Silla, y luego se tiende, lento y tibio, sobre el valle. Es entonces cuando veo esto que ahora veo. Se ha posado sobre una de las farolas que todavía dan luz al bulevar. Con majestuosa displicencia se arregla el plumaje de las alas. Es un hermoso gavilán que de seguro señorea sobre las pequeñas alimañas que viven en el lecho del río.
La ciudad se estira y despereza. El gavilán tiende el vuelo hacia la claridad del día. Me alegra haberlo visto: me ha mostrado que la naturaleza sigue viviendo, triunfadora. Al final nada podrán contra ella el sonido y la furia de los hombres.
¡Hasta mañana!..