Salim ben Ezra, considerado el hombre más sabio de Bagdad, se sonreía al conocer algunas prácticas de los cristianos. Decía con divertido asombro:
-Sus clérigos prometen no tocar jamás a una mujer. Otros hacen voto perpetuo de silencio. Y sin embargo el amor y la palabra son dos de los más grandes dones entre los muchos que Dios regala al hombre. Por el amor se perpetúa la vida conforme al plan de quien nos creó. Por la palabra el hombre se distingue de los animales. Me pregunto si nos es lícito renunciar a esas hermosas dádivas divinas. ¿Acaso las elucubraciones de los hombres pueden cambiar la voluntad de Dios?
Eso decía Salim ben Ezra, considerado el hombre más sabio de Bagdad porque siempre acataba, humilde, los designios del Señor, y sonreía cuando lo humano pretendía enmendarle la plana a lo divino.
¡Hasta mañana!...