-¿A dónde va esta vereda? -le pregunto a don Abundio. Me contesta:
-Arriba.
Junto a la cruz que llaman “de Rivera”, que nadie sabe ya por qué está ahí, comienza ese sendero que nadie sabe a dónde va. Lo veo subir por la falda de la sierra y perderse luego entre los pinos. Un día, hace ya años, decidí seguirlo. Se me escondió en el risco, a medio cerro. Busqué en vano, por ver si continuaba. No lo hallé. Luego emprendí el regreso, porque caía ya la tarde y miraba lejano el caserío.
Ahora le pregunto a don Abundio:
-¿A dónde va esa vereda?
Y me contesta:
-Arriba.
¡Hasta mañana!...