La a estaba muy orgullosa de ser la a. Cuando escribía su nombre ponía: “A”. Estaba muy orgullosa la a de ser la a porque no sólo era la primera de las cinco vocales: también era la primera de las letras del alfabeto. Desdeñaba a las demás vocales, y trataba a las otras letras con desprecio. Cansadas de ese trato un día las letras y las vocales se fueron, y dejaron sola a la a. Aquello fue un trastorno muy grande. Los hombres ya no podían hablar. Uno quiso decirle a su mujer: “Te quiero”, y sólo pudo decirle: “Aa aaaaaa”. La a entendió entonces que todas las vocales son la primera vocal, y todas las letras son la primera letra, pues todas son necesarias. Buscó a sus compañeras y les dijo: -Aaaaáa. Ellas entendieron lo que decía la a. Decía: -Perdón. Regresaron. Y sólo entonces pude escribir esto. ¡Hasta mañana!...