He imaginado que el posadero abrió a los peregrinos la puerta del mesón.
Entraron ellos, felices de encontrar un sitio donde María pudiera dar a luz, pero encontraron que en aquella casa había rencores, envidias por cosas materiales, rencillas, desamor... José habría dicho a su esposa, con tristeza:
-¡Mejor vamos al portal!
Si llamaran a mi puerta aquéllos que en su pobreza llevaban el Misterio ¿podría yo recibirlos? Quizá verían mi corazón y se alejarían en busca de otro sitio dónde estar.
He de limpiar mi casa de miserias; he de poner en ella bien y amor. Si no lo hago, la Navidad estará fuera de mí, no en mí.
¡Hasta mañana!...