NO HAY ni la menor duda de que la economía de nuestro país se encuentra distorsionada. Como si se tratara de uno de los espejos de “Alicia en el País de las Maravillas” los sistemas bancarios nos quieren poner de rodillas, si no es que ya lo estamos, con relación al manejo de la pequeña o mediana economía de cada uno de nosotros.
TIEMPOS HUBO y desde la fundación de las primeras casas bancarias o de cambio, instaladas en las ciudades del norte de Italia, antes del periodo del Renacimiento, la mayoría de ellas manejadas por mercaderes de origen judío fijaron los principios sobre los cuales funcionarían estos pequeños bancos receptores de la riqueza circulante como contraprestación natural, otorgaban préstamos, giros y libranzas.
LA REALIDAD ES QUE EL desarrollo económico que durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX tuvieron los Estados Unidos de Norteamérica, se fundamentó principalmente en el ahorro y la inversión. Los bancos del país vecino y los de todo el mundo capitalista buscaron afanosamente que el público depositara y ahorrara su dinero en las bóvedas de sus instituciones. En otras palabras: los bancos premiaban a los ahorradores.
AHORA ESTÁ SUCEDIENDO exactamente lo contrario. Nuestros bancos, la mayoría de ellos con sus consejos de administración más allá de las fronteras de nuestro país, descalifican y desalientan y hasta castigan el ahorro; por el contrario premian el gasto irracional y el dispendio.
MEDIANTE COSTOSAS campañas publicitarias vienen festinando y promoviendo el dispendio como el único medio posible de ser feliz. Para ello regalan “puntos” a todo aquel que como enfebrecido se suelte pasando por las máquinas terminales su tarjeta de crédito. La consigna que mandan los bancos con su publicidad, no es otra que la de obligar a las familias de ingresos medios para que se endroguen hasta el cuello.
ACTUALMENTE LOS BANCOS están repartiendo tarjetas de crédito si se tratar de volantes a cualquier persona que pase por enfrente de la institución; es más, se han dedicado a remitir tarjetas de crédito vía mensajería de manera masiva y sin que nadie se los haya solicitado.
LOS BANCOS pretenden a como dé lugar que nuestros gastos sean a través de una tarjeta de crédito, no mediante dinero en efectivo o cheque. El pagar de contado o con dinero no les conviene pues su negocio se basa precisamente en las jugosas comisiones que los bancos cobran por cada uno de los “tarjetazo” que firmamos; Y si a esta comisión le agregamos los cristianísimos intereses que cobran, algunos hasta el mismísimo 60% al año, ya podrá usted imaginarse el tamaño de este negocio. En otras palabras: los bancos son socios de todos los establecimientos comerciales, industriales y de servicios que existen en México, sin ninguna responsabilidad y sin haber invertido ni un solo centavo en ellos.
LO MÁS GRAVE DEL ASUNTO, es que a los bancos no les interesa que su cartera de deudores por “tarjetazo” aumente cada día. Por lo pronto, ellos ya cobraron su comisión al establecimiento comercial, y si las cosas se ponen en el futuro más difíciles (que tenga usted la certeza se pondrán), recurrirán a su ya muy conocido expediente de un nuevo Fobaproa.
EL GOBIERNO MEXICANO les resarcirá el importe total de los “tarjetazos” no pagados, convirtiéndolos en deuda pública que de una u otra manera todos deberemos pagar vía impuestos.
COMO PODEMOS VER, el negocio es verdaderamente diabólico: Todo mundo compra, todos los negocios venden, todos los bancos ganan, pero finalmente nadie paga. De esta manera y metida la economía en un círculo perverso ésta se sigue moviendo como inmersa en los espejos de Alicia en el País de las Maravillas: entre puras fantasías.
AL PASO QUE VAMOS no nos extrañe caer en un nuevo Fobaproa con todas sus inimaginables consecuencias, en donde la suma de las deudas privadas se convertirá en deuda pública y a cargo de cada uno de nosotros.
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