NOS REFERIREMOS AHORA al señor Gianfranco Ravasi, Presidente del Pontificio Consejo de la Cultura del Vaticano. Se trata de un personaje desconocido para todos nosotros, simple pueblo llano, tan lejos de los lugares en donde se encuentra la verdad divina. El día de ayer, que con motivo de sus importantes declaraciones vertidas en el centro cosmológico del cristianismo, que de repente, sin siquiera decir ni agua va, se presentó ante nosotros y dijo, palabras más palabras menos:
“EN EL INFIERNO NO HAY FUEGO, HAY FRÍO”. Si no fuera porque sabemos el origen de tan profundo pensamiento (Don Gianfranco Ravasi) supondríamos se trata de una frase de la novela inmortal del Gabriel García Márquez: Cien Años de Soledad. Pero no es así. La idea ha brotado triunfante, descomunal de la iluminadora cabezota de don Gianfranco.
AUNQUE USTEDES no puedan creerlo, ahora resulta y después de dos mil años de habérnoslo asegurado los curas, presbíteros, monjas, monjes, predicadores y similares y que nos tuvieron aterrorizados con la amenaza de un infierno lleno de llamas en donde las almas pecadoras expiarían por una eternidad sus faltas, pues ahora sucede que en el infierno no hay llamas.
EN PRINCIPIO, LOS TEMEROSOS del fuego eterno se hacían cábalas respecto a cuál sería el sistema de ignición para mantener las llamas infernales por toda una eternidad. Los había que opinaban que se mantenía mediante el consumo de energéticos fósiles, cosa que no podría asegurar su permanencia indefinida, toda vez de que este tipo de combustibles no es renovable. Lo mismo sucedería con el carbón de piedra, la leña, papel de periódico, aserrín, petróleo, diesel, creolina o similares. Los más avanzados opinaban que el fuego que reina en los apretados infiernos se mantenía mediante la energía nuclear y los más ecológicos usándose la luz solar mediante foto celdas solares.
PUES AHORA RESULTA que según nuestro querido Presidente del Pontificio Consejo de la Cultura del Vaticano, en el infierno no hay ningún tipo de lumbres ni llamaradas. Que lo que sí existe (y lo descubrió este fin de semana mientras el Santos empataba con el Monarcas) es que está lleno de hielo. Ello en razón de que siendo un lúgubre lugar en donde no existe el amor, entonces está lleno de frío y el frío produce el hielo.
SIGUE PONTIFICANDO Don Gianfranco: “Paraíso e infierno como destinos y la presencia satánica oscura (¿se referiría al Peje?). Aunque sean de difícil representación, no son reducibles simplemente a un juego. Se debe evitar al demonio con la cola y todo el aparato irónico, pero sin arribar a la indiferencia o la negación del mal”. Y continúa Don Gianfranco: “Por desgracia en la actualidad cuando se habla del infierno, inmediatamente aparece una idea que se remonta a la imagen tradicional (¿pues a cuál quieren que se remonten las personas después de dos mil años de oírlo?) y eso provoca confusión en la gente común (¿y en la no común qué provoca?) Incluso hasta cierto tipo de paranoia.
PERO AHORA RESULTA por el enredo que lanzó urbi et orbi don Gianfranco, asoman pelillo de paranoia en los despistados cristianos que temen al infierno. Pero las cosas no son para tanto, ni tampoco para entrarle a fondo a problemas teológicos u ontológicos.
LO BUENO DE TODO ESTO, es que la comunidad cristiana puede al fin vivir tranquila. El temido infierno de que nos hablan más de mil veces en el antiguo testamento y también en el nuevo, no es tan feo como nos lo pintaban. Por lo pronto no tiene llamas que achicharren a los pecadores. Se trata de un nuevo infierno, más tranquilo, más cómodo y menos peligroso que tiene hielo en vez de flama.
Y TODOS LOS TEMEROSOS de Dios nos hacemos esta fundamental pregunta: ¿Habrá que llevar cobijas para el frío al nuevo averno? Solamente Don Gianfranco podrá darnos la respuesta.
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