“La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, diagnosticarlos incorrectamente y aplicar el remedio equivocado”.
Ernest Benn
Es comprensible que los políticos mientan. La mentira es uno de los instrumentos fundamentales que tienen para prosperar. Pero por lo menos podríamos pedirles ser congruentes en sus mentiras.
Los argumentos con los que nuestros políticos se están oponiendo a la última etapa del Tratado de Libre Comercio de América del Norte nos dejan perplejos a muchos. Nos dicen que con la apertura subirán los precios de los alimentos, pero afirman también que con ella bajarán estos precios por lo que millones de campesinos se hundirán aún más en la pobreza. Los precios de los alimentos, sin embargo, no pueden subir y bajar al mismo tiempo como consecuencia de una misma medida.
La apertura debe generar en principio, es cierto, una baja en los precios simplemente porque introduce una mayor competencia en el mercado nacional. Mientras más maíz, frijol y azúcar haya en México más moderados serán los aumentos de sus precios. La tendencia actual en el mundo, sin embargo, es al alza de estos productos por razones que no tienen nada que ver con el TLCAN. Por otra parte, hace ya años que estamos importando productos como el maíz, libres de arancel, por lo que en el corto plazo no habrá una modificación en las tendencias fundamentales de los precios en nuestro país.
Los políticos afirman que el TLCAN ha destruido, desde su entrada en vigor en 1994, buena parte de la agricultura mexicana, en particular la del maíz. Pero las cifras no revelan tal situación. En 1990 nuestra producción de maíz fue de 14.7 millones de toneladas; en 1993, un año antes de la entrada en vigor del TLCAN, se mantuvo en 14.6 millones de toneladas. Para 2004, en contraste, se alcanzó un récord de 21.7 millones de toneladas y en el 2005 se registró una cifra de 19.4 millones. Lejos de que el TLCAN haya producido un desplome de la producción de maíz, estamos viendo un aumento de más del 30 por ciento.
México, nos dicen los políticos, se vuelve cada vez más dependiente de las importaciones de alimentos. “¡Estamos perdiendo soberanía alimentaria!”, afirman. Políticamente suena bien y es una afirmación muy conveniente para los grupos que exigen más subsidios para el campo que ellos puedan manejar. Pero también es una mentira.
El coeficiente de dependencia alimentaria de México –el porcentaje que las importaciones agroalimentarias representan de las exportaciones totales— fue de 6.7 en 2004 y descendió a 6.4 en 2005. La FAO, la Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas, considera que los países con dependencia alimentaria son los que alcanzan un coeficiente de 25. Nos falta, pues, todavía un trecho larguísimo para ello, especialmente si consideramos que nuestro índice de dependencia está bajando en vez de subir.
“El campo en Estados Unidos recibe subsidios muy elevados por lo que el de México necesita más apoyos tan sólo para sobrevivir”. A fuerza de reiteración esta afirmación se ha convertido en dogma, pero sigue siendo mentira. Según Roberto Salinas León y Alfonso Gutiérrez, el subsidio representa el 9 por ciento de la producción del campo en México mientras que es el 6 por ciento en Estados Unidos.
Muchos de los subsidios estadounidenses, por otra parte, no se otorgan a productos que compiten con los mexicanos. México, por ejemplo, no produce maíz amarillo, por lo que el subsidio del Gobierno estadounidense a este producto no sólo no afecta directamente a los productores mexicanos de maíz blanco sino que se convierte en un apoyo a los ganaderos y avicultores mexicanos que usan el maíz amarillo como forraje.
“El campo mexicano está perdiendo competitividad y por lo tanto necesita más protección”. Tanto se nos ha dicho esto que hemos terminando por creerlo. Sin embargo, la producción de maíz en 1993 fue de 1.8 toneladas por hectárea sembrada mientras que en 2005 fue de 2.4. El aumento de la productividad del maíz mexicano es así de 33 por ciento en estos 12 años. Tampoco las exportaciones agropecuarias revelan la supuesta pérdida de competitividad. En 1993 nuestras exportaciones de agricultura, silvicultura, ganadería y pesca sumaron 2,504 millones de dólares; en 2006, según cifras preliminares, el total fue de 6,986 millones de dólares.
Por supuesto que hay una enorme pobreza en el campo mexicano, pero ésta existía antes del TLCAN y no se resuelve renegociando el capítulo agropecuario del tratado. El problema es que la tradicional clase política mexicana quiere aprovechar una causa “políticamente correcta” y meter las manos en mayores subsidios. Por eso ha emprendido una campaña contra el TLCAN que se fundamenta en una gran lista de mentiras y mentiras que son en buena medida incongruentes.
‘GAZOLINAZO’
Lo llaman el “gasolinazo” y lo culpan por los aumentos de precios que se registraron en los alimentos el año pasado. A partir de este 5 de enero subió el precio de la gasolina Magna en 2 centavos y continuará ascendiendo hasta alcanzar un ajuste de 5.5 por ciento en 18 meses. Con anterioridad el precio de la gasolina, sin embargo, se ajustaba en 3 centavos diarios. La verdad es que el “gasolinazo” es un fantasma inventado por los políticos, los cuales se beneficiarán de él porque el recurso se entregará a los gobiernos estatales y al del Distrito Federal.
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