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Mujeres del calor

Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“Mujeres que pasáis por la Quinta Avenidatan cerca de mis ojos, tan lejos de mi vida”.

José Juan Tablada

La temporada de calor en la Ciudad de México dura apenas unas semanas. Puede ser una pesadilla, sobre todo si tiene uno que viajar en Metro o en automóvil sin aire acondicionado, ya que los chilangos no estamos acostumbrados a vivir en el calor. Pero la primavera trae también a esta selva de asfalto una bendición anual por la que debemos estar agradecidos…. yo por lo menos lo estoy.

Con la certeza con que las jacarandas se cubren de flores de color lila, la primavera transforma el atuendo de las mujeres. Las voluminosas chamarras desaparecen. Las mangas son reemplazadas por delgados tirantes y los pantalones por faldas.

Es verdad que las mujeres del altiplano no son tan atrevidas como las costeñas; pero en este tiempo las faldas se acortan y las blusas y camisetas se ajustan al cuerpo incluso en la Ciudad de México. Cuando el mercurio rebasa los 28 grados, sentarse a tomar un café o un agua mineral en algún lugar estratégico simplemente para observar puede convertirse en un verdadero placer.

Una amiga confirma mi impresión. “Cómo se ve que es primavera –me dice-. Esta mañana en el metrobús todas las mujeres estábamos más arregladitas. La gordita, la chaparrita, la feíta, la guapita: todas se habían peinado y arreglado un poco más. En invierno las mujeres nos descuidamos mucho”.

Quizá ni las mujeres ni los hombres nos damos cuenta que estamos reviviendo un ritual que se presenta desde el inicio de la humanidad. La civilización y la tecnología han borrado las diferencias de las estaciones del año, pero en el inicio de las comunidades humanas la primavera era el tiempo del cortejo y de la reproducción. El verano y el otoño se dedicaban a la recolección y cacería. Para cuando llegaba el invierno, y los críos concebidos en la primavera estaban ya listos para nacer, debía haber suficiente alimento y pieles almacenados para pasar el invierno en alguna guarida protegida.

Hace mucho tiempo ya que este ciclo ha sido superado. Hoy trabajamos todo el año y hacemos el amor sin mirar el calendario. Nuestros hijos pueden nacer en cualquier momento, sin seguir los ciclos de la naturaleza. Pero algo ha quedado en nuestro interior de los tiempos más remotos. Por eso nos resulta tan natural que en la primavera surja el coqueteo en momentos y circunstancias inesperados. Y por eso en el invierno tendemos a encerramos más.

No es fácil para las mujeres volverse atrevidas en el vestir, por lo menos no en la Ciudad de México. La cultura machista del altiplano mexicano hace creer a muchos hombres que tienen derecho no a cortejar sino a presionar o insultar a cualquier mujer. El “mamacita” parece estar en la punta de la lengua de los machines capitalinos a la menor provocación. El hostigamiento obliga a muchas mujeres a usar ropa, incluso en la primavera, no por que les guste sino como forma de defensa ante el acoso del que son objeto.

Sin embargo, las mujeres, especialmente las jóvenes, se hacen cada vez más independientes y fuertes. Por ello, a pesar del machismo de los capitalinos, siguen vistiéndose en esta época de manera más atrevida. No hay macho en el mundo que pueda aplastar definitivamente la fuerza del eterno femenino.

Yo, por mi parte, me conformo con la oportunidad de sentarme en un café o en una banca para ver pasar a esas mujeres que optan en esta época del año por recordarnos la belleza y la fugacidad del amor. No hay daño en ello: mi admiración es muda. Sólo en una sola ocasión recuerdo que del corazón me salieron sin querer las palabras: “Pero qué bonita eres”. La chica respondió con una sonrisa y un “Gracias” que iluminó mi rostro antes de verla continuar por su camino.

¿Sentirme culpable? No encuentro razón para ello. En primer lugar porque mi vista y mi imaginación no hacen sino responder a ese instinto primitivo que un millón de años de evolución y diez mil de civilización no han logrado desvanecer. En segundo lugar, porque a cualquier edad tiene uno derecho a mirar con respeto a una mujer y encontrar en ella el origen de la vida y de la felicidad.

Quizá no hay época del año en que esto no se pueda hacer. Una mujer puede parecernos atractiva tanto en el invierno como en el verano. Pero usted, quizá, podrá coincidir conmigo en que la primavera tiene una fuerza especial, esa que surge del corazón y se hunde en lo más profundo de la historia para sacar a flote el toque de alegría erótica que nos hace humanos, profundamente humanos.

MEDIR PARA COMPARAR

La UNAM nos dice que es la mejor universidad de México y de Latinoamérica así como una de las mejores del mundo. Basa su afirmación en estudios, como el del Times de Londres, que consideran opiniones o número de publicaciones de académicos. Sin embargo, cada vez que hay una oportunidad para realizar exámenes comparativos de los estudiantes de las instituciones educativas, como la prueba ENLACE para bachillerato, la UNAM se niega a participar, usando como escudo la autonomía universitaria. La verdad es que mientras no podamos comparar en pruebas homogéneas el desempeño de los estudiantes de la UNAM frente a los de otras instituciones no podremos afirmar que realmente ésta sea nuestra máxima casa de estudios. Tampoco quisieron ser evaluadas las preparatorias del Gobierno de la Ciudad de México, quizá para no evidenciar el bajo nivel de los estudiantes de estas escuelas cuyos alumnos proceden de zonas marginadas.

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