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Muñoz Ledo, ajonjolí de todos los moles

El comentario de hoy

Francisco Amparán

Me acuerdo de un cartón de Quino, en aquella inigualable saga de Mafalda, la inquieta niña que todo cuestionaba: Su papá se hallaba leyendo el periódico, y de pronto exclamaba: “Mira nada más; en la política siempre están los de siempre. Son los mismos nombres desde hace años y años”. Su esposa apunta a la existencia de otros personajes, recién llegados a las lides públicas. El señor responde: “¿Y ésos quiénes son? ¿Quién los conoce? ¡Ahora estamos en manos de novatos sin experiencia!”

Total, que en eso de las caras conocidas no se les puede dar gusto a todos. Para algunos el seguir viendo en el periódico y la televisión, durante décadas, los mismos rostros, los mismos nombres, no es sino un indicativo de cómo y por qué las cosas no parecen cambiar nunca. Mejor dicho, no parecen cambiar precisamente para bien.

Algo así le ha de haber pasado por la mente a muchos mexicanos cuando se enteraron de la vigésimo quinta reencarnación política de Porfirio Muñoz Ledo, ahora encabezando esa entelequia que es el Frente Amplio Progresista, que no es amplio ni mucho menos es progresista: representa las posturas más reaccionarias de la izquierda paleolítica. Pero en fin, como se bauticen es lo de menos. Lo interesante es toparnos una vez más con unos de los ejemplares más depurados de la voraz especie de los presupuestívoros.

Porfirio Muñoz Ledo ha sido de casi todo en la vida pública nacional. En tiempos de Echeverría fue el niño prodigio que se convirtió en un jovencísimo líder del PRI. Más tarde resultó embajador de México ante la ONU, puesto en el que dicen las malas lenguas que provocó tales escándalos que tuvo que regresar, so pena de terminar en chirona en la Gran Manzana, con o sin inmunidad diplomática. Luego se pasó al bando de Cuauhtémoc Cárdenas, llegando a liderar al PRD. Después, haciendo gala de sus habilidades de maromero, se pasó de ese columpio al carro de la victoria de Vicente Fox. Éste no supo qué hacer con él, y lo mandó a Bruselas como representante de México ante la Unión Europea. Y ahora regresa por sus fueros, como adalid del Presidente Patito en el mentado Frente. Cómo se le puede encargar una responsabilidad, la que sea, a un camaleón tan mimético y un volantinero capaz de echar tantas maromas, la verdad resulta incomprensible.

O quizá sí se entienda en función de la lucha sorda que Andrés López está desarrollando contra los sectores más moderados de su partido. Si algo sabe Muñoz Ledo es crear opciones para seguir medrando. Y tarde que temprano, López Obrador va a tener que someterse a las corrientes mayoritarias del PRD, o dejar ese partido para arroparse en otro. Como que huele a que ya está en vías de conformarlo desde ahorita, por si las dudas. Así se explicaría la resurrección de ese extraño animal político que es Muñoz Ledo, eterno Viejo de la Danza de la política mexicana.

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