Rafael Nadal se impuso en la final de Wimbledon al suizo Roger Federer. (AP)
Rafael Nadal arrebató ayer en Wimbledon el título de campeón al suizo Roger Federer para convertir la “Catedral” en un estallido de euforia. El español doblegó al número uno en su torneo preferido e inauguró, con esta victoria, una nueva era para el tenis español.
El zurdo de Manacor mostró su perfil más descarado ante el primer favorito para lograr una victoria épica por 6-4, 6-4, 6-7 (5), 6-7 (8) y 9-7.
Ante un auditorio extasiado, entre el que se encontraban los príncipes de Asturias y el sueco Bjorn Borg, Nadal hizo historia y marcó las reglas del comienzo, quizá, de una nueva etapa en la que los españoles imponen su voluntad también en la superficie de césped.
Lo que quedó patente en la Central es que el ranking no fue un reflejo fiel. La lucha de titanes la resolvió el mejor jugador. Y no sólo Nadal ganó la batalla táctica, sino que además se impuso en la mental, ahí donde se le puede hacer más daño a Federer.
Al juego limpio, calculado y elegante del suizo le faltó precisión y efectividad. Federer erró. Y lo hizo en momentos clave. Y por cada flaqueza del helvético, aumentó la garra del español.
Nadal aprovechó su única oportunidad de rotura en este set para hacer mella psicológica en el número uno, que no supo convertir ninguna de las tres ocasiones que tuvo en bandeja para romperle el saque a su rival. En 48 minutos, fue el español el que remató el primer parcial con un 6-4.
Contrariado, el helvético, ahora sí, rompió el saque de Nadal en el segundo juego del siguiente set. Y entonces pareció que volvía en sí. Llegó a tener una ventaja de 4-1 en el marcador, que fue salvando como una fiera el campeón de París.
Embalado, el balear le devolvió la rotura a Federer en el séptimo juego hasta equiparar a cuatro para destrozar otra vez el saque del helvético y tomar ventaja en el 4-5.
El español perdió un punto de set, pero otro error al resto que cometió el suizo dio otra oportunidad a Nadal, quien rubricó el parcial por 6-4 dejando en evidencia al campeón, que malgastó seis ocasiones de rotura sólo en esta manga, neutralizado ante las arremetidas del ciclón Nadal.
Ante la amenaza de una enorme nube que oscurecía la abarrotada “Catedral”, el tenis implacable del mallorquín noqueaba la calidad de un Federer que no encontraba fórmulas mágicas para replicar.
Tres momentos definieron el tercer set. El primero, una mala caída de Nadal que hizo temer por su rodilla derecha ante los gestos de dolor del campeón de París, que llamó al fisioterapeuta. Hubo otro punto clave en el que la final pudo haberse decidido.
Cuando con 3-3 y saque de Federer, Nadal tuvo un 0-40 a su favor que se le escapó; y, por último, la lluvia, que constituyó el tercer factor que marcó la manga, al interrumpir el parcial con 5-4 a favor del suizo. Pero quedaba aún mucho partido.
El duelo se reanudó una hora y 20 minutos después, con saque del español para igualar 5-5 y quedar a dos juegos de lo que hubiera sido una victoria épica.
Con un saque directo, el mallorquín rubricó el juego en blanco para ponerse en 6-6 y forzar el desempate en el que Nadal salvó dos puntos de set pero que resolvió Federer con 7-6 (5).
En el cuarto set, muy igualado, el suizo no dejaba de mirar al cielo. ¿Buscaría el helvético otra nube salvadora?.
Pero esta vez no le hizo falta la lluvia. También hubo que buscar respuesta en el desempate, donde el mallorquín remontó un punto de set en contra pero desperdició dos puntos de partido para dar el parcial al helvético que igualó en el marcador.
Volvió la lluvia para aumentar la tensión en la Central, y tras el parón, Federer mostró una cara opuesta, la del campeón.
Remontó Nadal, que necesitó hasta cuatro puntos de partido para llevarse el duelo y que consiguió romper el saque del helvético en un momento crucial para rematar con 8-6 la última manga de una final histórica.
Además, con 25 “aces” que logro ayer Federer, fue Nadal, con seis saques directos, el que logró más puntos: 209 frente a 204.
El helvético, que de 13 ocasiones de rotura tan sólo convirtió una, cometió un total de 52 errores no forzados ante los 27 de Nadal.
El mallorquín frustró ayer el objetivo del de Basilea, como lo hizo John McEnroe en 1981 con el sueco Bjorn Borg, cuando el “niño malo del circuito” privó al nórdico de encadenar su sexta corona en este césped. Ayer, 27 años después, el número dos del mundo, el rey de la tierra, se doctoró en la superficie de Federer.